La industria de la diferencia

Manifestantes independentistas llevan varios días complicando la circulación en la frontera con Francia
Manifestantes independentistas cortan la circulación en la frontera con Francia
RAFAEL MARCHANTE

Mi admirado amigo Enrique me escribió hace pocos días. Tenemos la costumbre de felicitarnos la Navidad. En esta ocasión, añadió a su correo una reflexión ‘ad hoc’. Lleva tiempo preocupado por el tema de Cataluña. Se ha convertido en un problema que vive de cerca tanto por vínculos familiares y laborales como por la cosa en sí.

En ese núcleo percibe una manifestación de la «mala semilla humana»: el racismo supremacista. Esto es fruto de unas dinámicas sociales y de poder alimentadas en las últimas décadas, pero viene de viejo. En su análisis, constata dos grupos hegemónicos: el económico-productivo y el especulativo-culturalista. El primero es posibilista, pragmático y no necesariamente independentista. El segundo vive de la rentable «industria de la diferencia» desde donde se ha creado ‘el problema’ del que se beneficia. Ambos se han aprovechado del conglomerado pluriforme de la sociedad catalana. Ahí los flujos de gentes y de intereses se fueron sedimentando aceleradamente, con importantes deficiencias estructurales bajo capa de modernidad y cosmopolitanismo. Muchos de quienes llegaron emigrados hoy son ‘indepes’ convencidos. Como bien describe Enrique, tristemente conversos. Cosa que allí se explota, ya hace años, por el segundo grupo de poder. Y en su análisis constata que «han utilizado las ubres de España, mientras eran orondas, a su antojo —Cuba, Filipinas, tráfico de esclavos y colonial, Guinea, riadas de jornaleros andaluces, etc.—. Ahora bien, si la ‘madrastra’ las tiene flácidas: adiós, muy buenas —crisis del 98, II República, hasta la actualidad». Pero se lamenta, pues esta crítica no se explica en las aulas.

A los grupos promotores de la gran industria de la diferencia no les interesa la calidad democrática, aunque lo simulen. Utilizan lo identitario como garantía de poder. Incluso en la prensa vecina más sofisticada se vende el DVD «Jo hi vaig ser. Les imatges d’un dia que no oblidarem mai» donde con frescura se utiliza la imagen de una niña, a modo de ensoñación aria, alejada del fenotipo mediterráneo medio. Y entre unos y otros, con políticos desnortados allí, aquí, allá y acullá, zombis sin brújula, unos cuantos miles de sujetos «dándole a la imaginación todos los días, haciendo ‘perfomances’. Y salvo Borrell que se esforzó en desenmascararlos [‘Las cuentas y los cuentos de la independencia’]. Nadie hace contra-pedagogía y, obviamente, ganan al ‘Estado español’ por goleada». Los gobernantes actuales es evidente que son parte del problema. Podemos desear que por incompetentes se marchen a casa, pero no será así.

Nos debe preocupar a todos cómo va a terminar esto, pues podemos pagarlo caro. Y por eso sorprende que los más famosos expertos en formación sobre convivencia y resolución de conflictos que procedían Universidad Autónoma de Barcelona no se les oiga decir nada. Se les puede aplicar aquello de ‘consejos vendía, que para mí no tengo’. Enrique propone cuatro pasos: «1) Declarar un ‘alto a las majaderías’, a modo de alto el fuego. 2) Crear un remanso de sosiego. 3) Buscar las verdades históricas, culturales, etc. que han utilizado las partes. 4) Con estos tres pasos previos, construir una fórmula de encaje, respetuosa con las mayorías y las deudas, donde la convivencia y lo social prime sobre todo lo demás».

Quienes no comparten el credo ‘indepe’ hoy son perseguidos. Lo viven y cuentan cuando pueden hablar sin ser censurados y estigmatizados. La caza de brujas ha calado entre gentes que eran sensatas y, ahora, gota a gota, mensaje a mensaje, están cambiando su marco de percepción. Y quienes no comparten el ambiente de presión, creado por la industria de la diferencia, huyen a refugiarse de esa caldera identitaria exacerbada. Mientras tanto ayuntamientos ‘progresistas’ cuelgan la pancarta que dice ‘Welcome Refugees’, ocultando la xenofobia propia. Como pregunta Enrique, «a la izquierda estética ¿no le interesa fijarse en esta parte de la intrahistoria? ¿Y la Iglesia? Tiene la oportunidad de mediar y, además, salir de la estela del nacionalcatolicismo franquista y, ahora, catalinazante».

No sé si he sabido metabolizar las ideas prestadas por mi amigo, a mí me han hecho pensar. El paso siguiente es hacer y votar en consecuencia. Las siguientes elecciones nos esperan.

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