Por
  • Esperanza Pamplona

Todos a tragar sapos

Carles Puigdemont en Berlín.
Carles Puigdemont.
Hannibal Hanschke/Reuters

Seguro que esto no es muy periodístico, pero lo cierto es que Puigdemont me cae mal. Y no me ha hecho nada, pero al margen de su ‘look’ a lo ‘príncipe de beckelar’ me parece un cobarde de una desfachatez ofensiva. Puede que en las distancias cortas sea una alma pura y estupenda, pero como personaje público, como político, deja mucho que desear. Y su ejemplo es lamentable.

Tras la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha vuelto a sacar pecho por su decisión de huir, ha hecho propia la victoria de Junqueras, y se ha crecido, claro está. Ironiza y juguetea con próximas visitas a Cataluña y a la Moncloa. Lo triste es que tal y como están las cosas, quién sabe...

El Supremo tiene que valorar ahora las consecuencias de la sentencia europea, pero parece que quienes más van a salir beneficiados por la misma serán Puigdemont y Comín, de hecho ellos se han apresurado a solicitar su acreditación como diputados. No es de extrañar: salario de 8.757 euros brutos mensuales, más un complemento para gastos de 4.513 euros al mes, dietas de 320 euros por día de asistencia a la Eurocámara, otros complementos e inmunidad.

El Gobierno tendrá que tragarse el sapo de ver a ambos sentados en el Europarlamento, ¿bajo insignia española, no? Una imagen complicada.

A Junqueras es difícil que la sentencia le afecte en términos penitenciarios, su victoria parece que se quedará en el ámbito moral y político, que no es algo menor. Puede que esta situación incluso nos lleve a unas terceras elecciones, pero todo apunta a que él seguirá en la cárcel.

Pero en esto, como en todo, unos cardan la lana y otros se llevan la fama... y las prebendas.

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