Conflictos
Hoy, 10 de noviembre, es el Día Internacional de los Derechos Humanos. También es el aniversario de la muerte de Alfred Nobel y el día en que se entregan sus premios. Esta tarde en Estocolmo, Peter Handke recogerá su Nobel de Literatura. Y, de nuevo, la polémica rodea la ceremonia: dos miembros del comité han renunciado a su cargo, uno de ellos para mostrar su rechazo a esta elección. Desde luego, si la Academia quería calmar las aguas que bajaban turbulentas, no lo ha conseguido. Desde que Handke asistiera al funeral de Milosevic y defendiera abiertamente su papel y el de Serbia en la guerra de los Balcanes, es un autor incómodo. Pero Handke también es un magnífico escritor y el premio, no lo olvidemos, es de Literatura. No es el Premio Nobel de la Paz.
Cuando la Academia comunicó su decisión de premiar al austriaco, se abrió otra vez el viejo debate: ¿juzgamos la obra o al autor? ¿Puede una persona detestable crear una obra maravillosa? ¿Podemos desligar el arte del artista? ¿Debemos hacerlo? Encontramos tantas opiniones a favor como en contra (eso sí, estas mucho más encendidas) y lo cierto es que muchas, en los dos sentidos, convencen.
Yo misma no soy capaz de tomar partido, al menos no siempre: reconozco que en esto hay una importante carga de subjetividad que no me permite establecer una regla que sirva para todos los casos. Me quedo con el conflicto: conmovernos con una obra para después preguntarnos si estamos haciendo lo correcto siempre nos hace mejores.
Eva Cosculluela es librera