La salud de la democracia

Opinión
La salud de la democracia.
HERALDO

Las últimas elecciones generales han deparado una realidad compleja. A la enorme fragmentación alcanzada se une la práctica volatilización del centro sociológico y el sobrepeso político de actores situados en los extremos. Son 19 partidos o coaliciones los que han obtenido algún escaño. Representan nada menos que a 25 partidos las fuerzas políticas en el Congreso. Vienen a mi memoria los resultados de las elecciones del 15-J de 1977, primeras elecciones tras la dictadura. Fueron 12 los partidos o coaliciones en la Cámara Baja. Es evidente que hoy existe mayor atomización. En 1982, el año del triunfo arrollador de Felipe González, apenas una decena de partidos estaban presentes en el Parlamento.

Esta nueva situación induce a algunos constitucionalistas a plantear la necesidad de poner al día la ley electoral, hacerla coherente, con nuestra Constitución, que proclama la vertebración de España a través de las comunidades autónomas, no de las provincias, que, aunque tienen rango constitucional, son las que asignan los escaños, lo que favorece la atomización. Parece evidente que el legislador no podía imaginar que, con un sistema ideado para favorecer la gobernabilidad, se llegara a la situación actual. Una consecuencia más de no poner al día nuestras instituciones. Es indudable que los sistemas de representación, por lo tanto, no son un asunto baladí. Nuestros representantes deben de elegir al presidente del Gobierno y, con la configuración actual, no es posible la decisión de un solo partido. Por lo tanto, nos encontramos ante la normalización del sistema de representación que las leyes han determinado para nuestro país. Los Gobiernos deben responder a dicho sistema pues este es consecuencia del voto de los ciudadanos. Los españoles, aunque cansados, hemos vuelto a votar, pues como señalaba Octavio Paz: "Una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos".

Son los partidos políticos los que ahora deben formar Gobierno. Puede ser un Gobierno de coalición, a tenor de la representación del Parlamento. Los partidos se encuentran en un momento difícil pues la corrupción ha debilitado la conciencia moral y colectiva y ha restado reputación, estima y respeto a la clase política. Estamos asistiendo a las negociaciones para formar dicho Gobierno y creo que a los ciudadanos no nos gusta que nos tomen por menores de edad y, por tanto, necesitamos que nos presenten y expliquen los problemas con toda claridad y no estaría mal que reconozcan los errores, entre otros, el porqué nos han llevado a unas terceras elecciones. Es una forma de empezar a recuperar nuestra confianza. Necesitamos comprender que formar un Gobierno no solo es repartir ministerios, altos cargos y presidencias de empresas públicas, como si fuera una gran tarta. Es mucho más. Además agravado por las opiniones de los que consideran que nos podemos encontrar ante una crisis, no de Gobierno sino de Estado, propiciada por los dos extremos del arco parlamentario. Hay que recordarles el artículo 2 de nuestra Constitución que establece la "indisoluble unidad de la Nación española", con mayúsculas, es compatible con "el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran".

Añadamos, a su vez, los problemas de un mundo caracterizado por la globalización tecnológica y financiera; el nuevo orden mundial, tras la ruptura del mundo bipolar; la multiplicación de las desigualdades y lo que me parece más grave, la ausencia de futuro para las nuevas generaciones. Hace unos días, el VIII Informe Foessa nos recordaba que el número de personas en exclusión social en España es de 8,5 millones –el 18,4% de la población–, lo que supone 1,2 de millones más que en 2007. Para esas personas, pertenecientes a lo que los autores del informe denominan "sociedad estancada", el ‘ascensor’ de la movilidad social no funciona y no son capaces de subir siquiera a la primera planta. Por eso es tan importante que nuestra democracia representativa, a través de su Gobierno, sea capaz de edificar una estructura más justa e igualitaria. Es un tiempo de retos y de oportunidades, de nuevas ideas y propuestas. Tiempo de demostrar con hechos que nuestra democracia goza de buena salud. 

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