Por
  • Fernando Sanmartín

¿Cuánto leemos?

Opinión
¿Cuánto leemos?
Pixabay

Hay lecturas que dan sed, como las anchoas. Y hay otras, ojo, que saben a 'croissant' mojado en vino. Existen, por eso, libros para todos los gustos. Pero hablar de libros significa situarnos ante la pregunta de si se lee poco o mucho. La respuesta es que, fuera de los libros, leemos más de lo que pensamos. Ahí están los platos de un menú del día, el prospecto de las aspirinas, los cientos de whatsapps, el burbujeante Facebook y la publicidad que aún llega a nuestra casa y que echan en el buzón la clínica dental o el cerrajero. Pero leemos pocos libros y eso es malo.

Todo esto lo hablo con amigos, con libreros y con mi charcutero, al que le compro jamón y queso. Recuerdo que una vez, este último, desde la complicidad, me preguntó: "¿Qué tal vas con la literatura?". Lo hizo a lo Bécquer, tras bajar su mirada serena, con el mismo tono que hubiera usado para preguntarme, en su caso, que cómo voy con el alcohol. Fue entrañable. Le digo a mi charcutero que los índices de lectura son bajos, que me dé alguna idea, que quizá pudiéramos transformar las librerías en charcuterías y pedir, por ejemplo, doscientos gramos de Quevedo en filetes muy finos, como el jamón de york. De los libros salieron madame Bovary y Robinson Crusoe. 

En uno de Miguel Torga leí que envejecer no es para cobardes. Y en otro del poeta Eloy Sánchez Rosillo vi unos versos que nos definen: "somos incertidumbre". La mediocridad estornuda y quiere contagiarnos. Un buen libro es un medicamento contra ella. Lo venden sin receta, otra de sus ventajas. 

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