Por
  • Juanma Fernández

Vox en el barrio

El equipo de Vox saluda a sus simpatizantes en el exterior de la sede de Madrid durante el seguimiento de la noche electoral.
El equipo de Vox saluda a sus simpatizantes en el exterior de la sede de Madrid en la noche electoral.
EFE / Javier Lizón

Tras el 10-N ha habido una izquierda muy de barrio gentrificado llevándose las manos a la cabeza por el ascenso desmesurado de Vox en zonas tradicionalmente obreras, donde Podemos, por ejemplo, ha pinchado. En barrios como en el que yo crecí, recuerdo una xenofobia liviana cuando la crisis todavía no nos había golpeado: comentarios sobre un presunto exceso de ayudas en la escolarización de los hijos de familias inmigrantes o la mala pinta que traían algunos de los chavales que se sentaban en los bancos de la plaza; poco más. Con los años, la población inmigrante fue creciendo a la par que la economía se hundía y los españoles perdían casas, trabajos, coches... Y esas familias inmigrantes empezaban paulatinamente a desempeñar trabajos todavía más precarios que los años anteriores. En ese tiempo yo sentí que la xenofobia crecía. E intuí que los inmigrantes que años antes habían llegado a España en busca de una vida mejor estaban esclavizados en trabajos sumamente deplorables que apenas les dejaban pasar tiempo con sus hijos, los cuales estaban escolarizados en colegios públicos sin medios (llegaban los recortes) como para enfocarles al estudio y las normas mínimas de convivencia. Un contexto que generó una masa de chavales a los que no se ha integrado, ajenos al sistema educativo (no todo es poner un silla en un aula) y que han acabado generando problemas de convivencia en los barrios obreros que la izquierda, en su edulcorado mundo naif, no se ha atrevido a encarar.

¿Resultado? Muchos residentes en esos barrios han encontrado en Vox (en un contexto electoral posibilista y favorable) al único partido que ha tenido escrúpulos para hacer campaña con la desgracia, logrando que buena parte de los asalariados crean suyo a un partido que nace de esas élites que descubrieron ciertas realidades sociales porque en la tele veían ‘Callejeros’. Una situación que no solo se volverá a repetir sino que auguro que crecerá si la izquierda no toma el debate de la inmigración con valentía: diagnosticando los problemas reales y ofreciendo soluciones plausibles para que no llegue la extrema derecha a poner tratamientos como la expulsión, la denuncia o el recorte de derechos. En definitiva, a hacer un país peor para los que solo hablan de una patria.

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