Ha empezado a notarse

Una imagen de la Bolsa de Madrid
Una imagen de la Bolsa de Madrid
Fernando Alvarado/EFE

Las facetas más temibles del que será nuevo Gobierno de España, por coalición entre el PSOE y Unidas Podemos (UP), no proceden de que sea un ejecutivo de izquierdas, sino de dos factores ajenos al progresismo: su nivel de competencia técnica y su actitud ante la unidad nacional.

Por efecto de la ley electoral, el PSOE de Sánchez, tras perder 700.000 votantes, solo merma en tres escaños; el partido de Iglesias, tras un varapalo que le ha costado siete asientos, está más fuerte que nunca; y, en fin, su pacto necesita la benevolencia de ese menguado 9,57% de votos (no son más) que ha dado a los separatistas 35 escaños sobre 350.

Los riesgos mayores del combinado son de dos clases: económicos y sobre la unidad de España.

Si Podemos se esfuerza, Bankia podría ser un banco público piloto, pues el 60% de su propiedad es del Estado; el impuesto de sociedades subirá en una fase prerrecesiva; y se intentará doblegar a la banca (según la doctrina de la recuperación de los 60.000 millones con que se la habría sacado de apuros) por la doble vía de aplicar la tasa Tobin sobre transacciones financieras y de subir los impuestos sobre beneficios.

Estos objetivos, más o menos razonables, deben a su vez sortear dos escollos. Uno, la discordancia con Calviño (no hace tanto que Iglesias ‘exigía’ abandonar el euro), alineada con el Banco Central y la UE. Otra, que un plan así requiere gran capacidad técnica, destreza para valorar las implicaciones de cada gesto y dominio de la oportunidad. El reto, dificilísimo para expertos (recuérdese el espejismo Varufakis), es inalcanzable para legos.

Iglesias, además, necesita imperiosamente fondos cuantiosos para probar que redime a los desheredados de sus aflicciones, que son muchas. Pero no tiene programa –concreción en cifras, actuaciones y plazos– e improvisarlo acaso mate la gallina de los huevos de oro. ¿Está una tarea así al alcance de UP? ¿Podrá el laureado Dr. Sánchez atemperar la necesidad psicopublicitaria de actuaciones rápidas y visibles que le demandan sus aliados, a quienes hasta hace nada tenía por detestables, inestables e incapaces?

Los sindicatos apoyarán a este Gobierno: le exigirán un pacto sobre pensiones y medidas contra el empleo precario (el ‘precariado’ fue una categoría conceptual presente en la partida podemita de nacimiento). Los más pobres también votan, pero ya no son incondicionales: en España, como ha sucedido en Francia, Italia y Grecia, sus votos pueden optar por las fuerzas de ultraderecha. Es sabido que todo extremismo consuela de alguna miseria y por eso se nutre de electores faltos de esperanza, privados de perspectivas de mejora a corto plazo.

El reto de las derechas

En ese punto preciso radica el reto de los partidos conservadores y, en particular, del PP. ¿Se percata de las onerosas tribulaciones de esa parte, nada menguada, de españoles que viven en la pobreza? Basta con hojear los informes de Cáritas. El hambre y el frío no tienen paciencia. Su mayor conectividad con las organizaciones patronales y financieras, incluida la bancaria (que ya es nacional y multinacional a la vez, debería traducirse en acciones concretas para el rápido alivio de las situaciones más precarias. El «Estado social y democrático de derecho» no excluye al capitalismo, pero debe oponerse resueltamente a sus variantes más crudas e insensibles y moralizar el capitalismo financiero. La dura realidad de esa parte creciente y marginada de la sociedad española debería excitar a la derecha más opulenta y egoísta a revisar sus planes sociales.

El separatismo

Sánchez, vocero de la España plurinacional y aliado con UP –partidario del derecho a la secesión– es impredecible. En campaña electoral había dicho: «¿Imagináis, amigos, un gobierno con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos en Cataluña y defendiendo el derecho de autodeterminación?». Dice que obrará «siempre dentro de la Constitución», lo cual no basta, dado que hay líderes podemitas defensores de un referéndum de autodeterminación «dentro de la Constitución». La cuadratura del círculo.

Estimulados por Torra –cuyos vástagos participan en las protestas radicales–, los desafiantes CDR separatistas han comunicado esta semana que «habrá caos hasta que se decrete la amnistía [a los sediciosos encarcelados] y sea efectiva la república». No se ha visto reacción a tal reto ni del presidente Dr. Sánchez, ni del vicepresidente ‘in pectore’ Dr. Iglesias. Es seguro que propondrán arreglarlo con diálogo. Pero que mucho diálogo. Y que Junqueras, desde su puente de mando en Lladoners, aceptará tácticamente.

Felipe González ha resumido a la perfección el episodio: Sánchez e Iglesias han hablado de los sillones antes que del programa que podrían compartir. Lo hemos visto todos. Los principios se adecuarán según convenga. A las bases, tan comprensivas, ya se lo explicarán de modo convincente.

Entre tanto, y en cinco días solo, Bankia (o sea, el Estado, su dueño principal; nosotros, en último término) perdió en Bolsa doscientos sesenta millones de euros. Una friolera, sí. El frío ha empezado a notarse.

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