Por
  • José Verón Gormaz

Versos para empezar noviembre

También la muerte ha inspirado a los poetas.
También la muerte ha inspirado a los poetas.
Francisco Jiménez

El poeta chileno Pablo Neruda, premio Nobel de 1971, compuso un verso que alcanzó enorme difusión: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche". Se refería a un amor perdido, aunque refleja una tendencia poética que canta la pérdida de los seres queridos con hermosas palabras. Antaño, cuando la cultura española era más normal, casi todo el mundo había leído algún fragmento o, al menos, había oído hablar de las coplas que Jorge Manrique dedicó a la muerte de su padre hacia el final de la Edad Media: "Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir". Un largo poema que evoca con poética belleza el tránsito hacia la sombra final.

Sorprende que en las festividades cristianas de Todos los Santos y el Día de Difuntos no aparezcan por ninguna parte los poemas de tales tendencias. Resulta extraña (y tal vez reveladora) esta circunstancia, y más cuando la mascarada frecuentemente hortera que llaman Halloween predomina sobre cualquier otra celebración.

Existen bellísimos poemas en todas las épocas que bien merecen una evocación entre las celebraciones de los primeros días de noviembre. Inolvidables son los versos que Antonio Machado dedicó a la muerte de Leonor: "Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar". En el siglo anterior, Gustavo Adolfo Bécquer repetía un mismo verso al final de cada estrofa en uno de sus poemas más conocidos: "Dios mío, qué solos / se quedan los muertos".

En el Siglo de Oro de las letras españolas (un siglo que casi fueron dos) hay ejemplos memorables de la poesía sobre el tránsito final. Debe destacarse un soneto de Quevedo, tal vez uno de los mejores poemas de la literatura universal, intitulado ‘Amor constante más allá de la muerte’, que principia con emocionada belleza plasmada en versos endecasílabos: "Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día", y concluye con un verso célebre y muy bello: "Polvo serán, mas polvo enamorado". En otro grandísimo soneto, Quevedo concluía así para expresar sus sentimientos ante los augurios fatales: "Y no hallé cosa en qué poner mis ojos / que no fuese recuerdo de la muerte".

Tras estos ejemplos, tal vez escasos, de la poesía española dedicada al final de la vida, cabe recordar que en la literatura universal se multiplican, y hallamos casos como ‘El cementerio marino’, de Paul Valéry, o el hermoso libro dedicado por Yves Bonnefoy a la muerte de su simbólica amada, Douve. Es posible que uno de los poemas de este estilo más difundidos en los últimos tiempos sea creación del poeta americano Walt Whitman, mencionado repetidamente en la película ‘El club de los poetas muertos’: "¡Oh, capitán, mi capitán!". En el poema, quien repite este verso es el hijo del capitán de un pequeño barco, fallecido tras luchar contra la tempestad. Sea como fuere, expreso mi preferencia para estas celebraciones profanas de los días relacionados con los difuntos. El principio del mes de noviembre merece más unos buenos versos que ciertas mascaradas sin sentido, sean del origen que fueren.

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