Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

415.053 pesetas

Las apuestas prometen dinero fácil, pero pueden ser la ruina de una generación.
Las apuestas prometen dinero fácil, pero pueden ser la ruina de una generación.
HERALDO

Gané esta pasta el 12 de marzo de 1995 con una quiniela de 12. A los días cumplía 15 años. Por mi cumple mi abuela me regaló ‘El origen de las especies’ de Charles Darwin, y en la dedicatoria escribió: «Al ‘millonario’ con cariño de su abueli Begoña». A mis padres les regalé un microondas, a mi hermano mayor le di dinero, al pequeño algo le caería y a un amigo un videojuego. Por culpa de Díaz Vega, creo recordar que no pitó un penalti a Julen Guerrero, no fueron 3 millones. Así que alguna vez le increpé en el campo. 

El dinero lo metimos en un plazo fijo y luego en acciones. En algún momento gestioné una cartera de valores por teléfono. Juraría que no era mayor de edad, pero no detengan a mis padres. Con unas acciones comprándolas el lunes y vendiéndolas el jueves sacaba más dinero que con la paga. Ese dinerillo ayudó a pagar algunos veranos en el extranjero y terminó menguando con una mala inversión. Mi madre temía que me volviese ludópata. Hoy, para hacer tiempo, me he metido en una aparente cafetería que era una casa de juego. Siempre me hubiera imaginado que estarían llenas de abuelos fundiéndose la pensión en las tragaperras, pero solo había chavales. Supongo que mayores de edad. Unos querían jugar 200€ a que metía un gol primero el Zaragoza. No sé de dónde podían sacar ese dinero. Lo han perdido y me han pedido algo, como los yonkis que nos atracaban en la puerta del Calamar Bravo en los 90. Nos vamos a cargar a una generación de chavales si no controlamos el juego. ¿A qué estamos jugando?

Alberto Jiménez Schuhmacher es jefe del grupo de Oncología Molecular del IIS Aragón

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