El jardín de Han

La codicia humana es tan natural como el árbol que a veces hay que podar.
La codicia humana es tan natural como el árbol que a veces hay que podar.
José Miguel Marco

En el libro ‘Loa a la tierra’, Byung-Chul Han, filósofo coreano afincado en Alemania, narra las maravillas que ha descubierto al cuidado de su jardín berlinés y las opone a la actual sociedad mercantil y digital. Esta crítica es esencial en otras obras del autor, pero en esta ocasión el análisis más netamente germánico da paso a una concepción mística y poética, deudora de su cultura de origen, del romanticismo europeo y de la vertiente orientalista de Martin Heidegger, el filósofo que Han estudió en su tesis doctoral.

‘Loa a la tierra’ conecta, en parte, con la juventud ecologista. Esta, adicta a lo digital, aceptará con dificultades la idea de que «el jardín contiene mucho más mundo que la pantalla de un ordenador», pero compartirá la convicción de que la naturaleza, "la tierra", representa "lo bello y el bien", como si el egoísmo humano fuera ajeno a ella. Y como si no respondiera a tal egoísmo la aversión de Han a las hojas de roble, que quiere "quemar cuanto antes", al trébol "que se propaga como el cáncer de piel", o al "gris del invierno berlinés".

Creo que levantar un muro ético entre la bondadosa naturaleza y el perverso comportamiento humano hace que el ecologismo sea inoperante, o bien que, para ser efectivo, tenga que derivar en un movimiento totalitario que limpie los océanos y la atmósfera, a costa de la libertad. Por eso, de cara a hacer un mundo mejor, yo pongo mi esperanza en una renovadora concepción de la naturaleza, heredera de la de Baruch Spinoza, según la cual la codicia no sería mala, ni buena, sino tan natural como el árbol que a veces es conveniente podar.

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