Por
  • David Serrano-Dolader

El despaís

España necesita un plan para avanzar hacia el futuro.
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POL

Uno de los maravillosos cuentecillos del escritor, periodista y pedagogo italiano Gianni Rodari se titula ‘El país con el ‘des.’ delante’. En él se pueden encontrar encantadores objetos: la desnavaja, que sirve para hacer crecer los lápices cuando están desgastados; el desperchero, en el que ya está todo colgado y simplemente sirve para descolgar la ropa; la máquina desfotográfica, que no hace fotografías sino caricaturas; y el descañón, que permite deshacer la guerra al toque de destrompeta.

Sin plagio (¡no soy político!), continúo el cuento según mi talento: España no tiene tino; ¿tiene destino?, ¿es desatino? Los adolescentes se desenamoran, los banqueros nos descuartizan, la economía se descompone, el azúcar se desendulza, la cultura se desencuaderna, los pobres no desembarcan, los ricos no desaceleran, los mendigos se desabrigan, los improperios se desbordan, el IBEX se desnivela, el clima se desregula… el ánimo se desanima. ¡Ay, pena, penita, pena! Y así nos tienen: desquiciados, destrozados, desgañitados, deshumorados, deshabitados. Hoy, te doy... ¡para que tú me des! ¿Querrán, incluso, que la madre se desmadre?

¡Reivindico el país con el ‘-des’ detrás! Que nos pinten de rosa las paredes, que sometan las adversidades, que se abran las universidades, que reinen las afabilidades, que se fomenten las amistades, que se sosieguen las ansiedades, que no pasemos calamidades. ¿Me lo conceden, Sus Majestades?

Como diría el loco: en el país de los ciegos, viene el diablo y sopla.

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