Echando leña al fuego

Joaquim Torra, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Joaquim Torra, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Susanna Sáez / Efe

El 1 de octubre, fecha ya plenamente incorporada al santoral del secesionismo, transcurrió el martes con menos incidentes de los que quizá eran previsibles. Esa relativa tranquilidad puede alimentar la idea de que al fuego del ‘procés’ se le va acabando el combustible y de que, por tanto, las jornadas revolucionarias que se anuncian tampoco traerán una excesiva convulsión. Ojalá sea así. Pero Torra y los suyos no dejan ni un segundo de echar leña a la caldera. El espectáculo de un Parlamento llamando a desobedecer las leyes y de un presidente regional coqueteando con el terrorismo pone los pelos de punta. Y no permite, desde luego, confiar demasiado en que el incendio se vaya apagando lentamente. En todo caso, es posible que el mayor peligro en este momento no provenga tanto de las fuerzas que aún pueda movilizar el secesionismo montaraz, como de la situación de debilidad en la que pueden encontrarse el Gobierno y el Parlamento de la nación ante la eventualidad de una nueva intentona para romper el orden constitucional. De hecho, no hay en España en este momento ni Gobierno con capacidad plena de actuación ni cámaras legislativas. Obviamente, las previsiones legales permitirían tanto al Ejecutivo en funciones como a las diputaciones permanentes del Congreso y el Senado, si se hace necesario, aplicar el artículo 155 o apelar a las medidas previstas en la Ley de Seguridad Nacional. Pero no es menos cierto que llevamos demasiado tiempo sin un gobierno de verdad, respaldado por una mayoría parlamentaria sólida. En una situación, en fin, de provisionalidad y de constante y agrio enfrentamiento entre las fuerzas políticas, lo que no favorece que pueda darse una respuesta firme, prudente y ampliamente respaldada a los desvaríos subversivos del secesionismo.

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