Estrategias de tensión

El segundo aniversario del simulacro de referéndum en Cataluña, ilegal y sin ninguna garantía democrática, del 1 de octubre del 2017 llega hoy en un ambiente de crispación generado por los partidos independentistas ante la proximidad del anuncio de la sentencia contra los dirigentes secesionistas. Temen que, como cuando se declaró la independencia o cuando el Estado aplicó el artículo 155, no ocurra nada relevante. Ante la provocación solo cabe responder con serenidad y dejando que la Justicia actúe. 

Las formaciones secesionistas intentan inflamar las emociones de sus seguidores porque ese es ya su último recurso. Los hechos son que no han alcanzado sus objetivos, que sus líderes están siendo juzgados o han huido, que han dividido irresponsablemente a la sociedad catalana y que su economía sigue sufriendo sus despropósitos. Como dato sirva que continúa el goteo de empresas catalanas que trasladan su domicilio social a Aragón: al menos 420 lo han hecho en los dos últimos años, 143 en los últimos 12 meses. Su propio fracaso explica la respuesta demencial que ha dado el soberanismo a la detención de los nueve miembros de los CDR: en vez de condenar sin paliativos el terrorismo, ha acusado al Estado de manipulación.

La última manifestación de las tensiones dentro del bloque secesionista es la dimisión, ayer mismo, del director general de los Mossos d’Esquadra por motivos personales. Es una más de las muchas evidencias de que la reivindicación independentista está perdiendo tensión emocional y apoyo social. No obstante, en una suicida huida a ninguna parte, tanto el presidente Torra como Puigdemont y sus seguidores siguen en su insensato desafío con llamamientos a la desobediencia institucional. Frente a la escalada de tensión que buscan se impone la necesidad de la unidad de acción de las fuerzas que defienden la legalidad y la Constitución.