La dinámica de la destrucción

Boris Johnson durante su visita a una granja de Escocia
Boris Johnson durante su visita a una granja de Escocia
Andrew Milligan

No se puede destruir todo sin destruirse a uno mismo». La cita es de Albert Camus, en ‘Calígula’. Y puede aplicarse perfectamente a los políticos enfrascados en dinámicas imparables de autodestrucción... tras arrasar previamente con los pilares de la convivencia. Imposible no pensar en el caso de Boris Johnson, que deja tras de sí un reguero de dimisiones. Las más sonadas afectan a su hermano, que sirvió a tres primeros ministros y ha decidido anteponer «el interés nacional» a la «lealtad familiar»; y la del presidente de la Cámara de los Cómunes, que llevó transparencia y participación al Parlamento pero no ha podido imponer el orden - «order, order, order»- que pedía a gritos sobre el caos de Johnson.

Los efectos corrosivos de la desunión y la irracionalidad carcomen los cimientos de la sociedad catalana. No solo hay quinielas sobre unas cuartas elecciones en cuatro años. Los partidos de Cataluña deshojan la margarita para ir a las urnas. Puigdemont, que fue presidente del Gobierno de coalición con Junqueras como vicepresidente, no quiere oír hablar de urnas, pero su antiguo número dos las reclama: acaricia, desde la cárcel, el liderazgo para ERC. En la Diada de hoy sonaran las mismas proclamas de autodeterminación pero también aflorará una división nueva y profunda.

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