Mi querido agosto

Mientras sesteamos en agosto, se prepara un otoño difícil.
Mientras sesteamos en agosto, se prepara un otoño difícil.
HERALDO

Entre ducha y ducha, o baño y baño, uno trata de sujetar este mes de agosto que siempre se escapa más rápido de lo que uno se da cuenta. Avanza entremezclando el sabor plúmbeo de tediosas jornadas vespertinas con ratos apacibles de calor aceptable y aire mitigador. Y nos deja en su huida esa sensación de vivir a medias, con las calles vacías derritiendo el asfalto, las rejas echadas en bares, comercios y empresas, y el ritmo apático del desgaste de los minutos en busca de completar las horas.

Se envuelve uno de olores cálidos de este corazón del verano que se mezclan con la percepción del frío condicionado que ejerce de anfitrión clásico de tiendas y almacenes; en donde, ya avanzado el mes, el aguante y la paciencia permiten encontrar por fin, casi por derribo, esa oportunidad apetecible entre decenas de artículos tan rebajados como poco interesantes o directamente inservibles.

La lucha para sostener los días del calendario contribuye a dar fe del paso del tiempo, mientras avanzamos rumbo al precipicio inexorable de la cotidianidad. Y mientras agosto nos brinda ese escaparate casi irreal del exceso y la abundancia, asomarse más allá hace que percibamos perfiles de otoño tormentoso. Lo que, sin duda, contribuye aún más a asentarse en el minuto a minuto del compás estival.

Abotargado por los deleites de este asueto veraniego de sol y fiestas, como me lo dibujan los informativos, me cuesta atisbar ese horizonte de incertidumbres políticas -las de Madrid y las de esta mi tierra- y quebrantos económicos que hace ya meses que se instalaron en el orden de preocupaciones de la vida diaria de instituciones y ciudadanos de media Europa; y a los que aquí somos ajenos por el arte maravilloso de ignorarlos.

Es verdad que los datos económicos de una Alemania al borde de la recesión -y su repercusión en una España de perfiles políticos tan mediocres- han hecho levantar las orejas a más de uno: la inestabilidad no es el mejor escenario para afrontar lo que parece avecinarse. Por más que para una mayoría, entre la siesta y la cerveza, la advertencia suene a eco lejano de aguafiestas. 

Queridísimo agosto... ¿otro chapuzón?

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