Por
  • David Serrano-Dolader

El caloret

Un termómetro marca 39 grados en el centro de Zaragoza.
Un termómetro marca 39 grados en el centro de Zaragoza.
Oliver Duch

Ya lo dijo Rita Barberá: "El caloret, el caloret"… aunque más bien suena a una ¿canción? de verano del bueno de Georgie Dann. 

¿Cambio climático? ¡No! Permanencia climática ("climatológica", dirían los modernos equivocados): hoy hace más calor que ayer pero menos que mañana; la medalla del calor-amor. Sudar la gota gorda: qué gordo resulta sudar esa gota, y otra, y otra… y ese manantial gotoso que casi casi te pone comatoso, espirituoso, patoso.

Yo no tengo aire acondicionado en casa, así que ando desacondicionado día y noche… y noche y día. Cambiar todo para que nada cambie. Y el pelmazo de Trump alabando la inexistencia del efecto invernadero: será que él sí tiene ‘air conditioning’ en sus torres (de marfil, de oro, de piruletas).

Nos afecta la calor: las hipotecas no bajan, los políticos no se nos sinceran, los banqueros no pierden dinero, los contratos basura no se esfuman, los patinetes no frenan, el pan no baja, la burbuja no se explota, los exámenes no esperan y -como diría Machado- "todo un coro infantil va cantando la lección: mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón".

Calor, fuego, quemazón, ardor, llama, hoguera, incandescencia. ¡Qué bonito es el verano!: piscinas llenas de cloro, barullo de bares sin hora. Y esto lo saben las derechas, las izquierdas, los de ¿centro?, los repartidores de butano, los mecánicos pringados, los sexadores de pollos. Me afecta a la mente demente: ‘quina calor que fa!’

Como diría el loco: hasta el 40 de mayo, el pan viejo es fresco.

David Serrano-Dolader es profesor de la Universidad de Zaragoza

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