Por
  • Katia Fach Gómez

Vidas en blanco y negro

Obra del artista urbano ME BES Vivian MaierCalle Libertad / 18-11-2014 / Foto: Jose Miguel Marco
La fotógrafa Vivian Maier representada por el artista urbano Me Bes.
José Miguel Marco

Me gusta ver la felicidad de la gente. También observo sus penas. Sin que ellos lo sepan, comparten su vida conmigo. Pocas veces se percatan de mi presencia. Nuestras miradas rara vez se cruzan. Mi reflejo se escabulle entre la geometría de la ciudad. Soy la sombra que proyecta sus espaldas, habito a ras de suelo, escudriño a través de una cortina entreabierta. Mi existencia, mutilada, se nutre de la cotidianidad ajena.

Así es como imagino la cruda confesión que Vivian Maier le hace a su trasunto, aquel que aparece caleidoscópicamente reproducido en un buen número de sus fotografías. La norteamericana, una artista que tal vez ni intuyó que lo era, solo se atrevió a mirarse a sí misma cuando tenía entre sus manos una cámara fotográfica. Los tres ojos de Maier capturaron magistralmente cuantiosos fragmentos de vidas ajenas mientras la suya se iba marchitando paulatinamente. La exposición ‘Vivian Maier. Una fotógrafa revelada’ es un gozo para los sentidos, arte verdaderamente refulgente. Posiblemente por ello, visitar esta exhibición en Tabakalera (San Sebastián) me haya hecho pensar en la oscuridad.

En estos últimos años, he residido en distintos países de la Unión Europea y también fuera de ella. En todos ellos he conocido a migrantes sin papeles: hombres y mujeres, latinos y africanos, sorprendentemente jóvenes y también muy entrados en años, con y sin formación académica. Frente a las múltiples circunstancias que hacen que cada una de sus historias sea única, existe entre todos ellos una conexión invisible -o acaso perceptible si eres uno de ellos-: su forma de contemplar el pedazo de mundo en el que, pese a no contar con la venia oficial, habitan.

La biografía de los migrantes irregulares, al igual que las imágenes que han encumbrado a Vivian Maier, está presidida por el blanco y negro. Aunque el primer mundo que les rodea explote en color y opulencia, siempre hay sinsabores que tiñen su presente y amenazan su futuro, siempre reverbera el eco del miedo en sus cabezas. Los ‘sin papeles’ contemplan su pedazo de mundo adoptivo a través de la felicidad de los ciudadanos de primera. También observan sus penas, si bien en ocasiones no las terminan de entender como tales. Sin que muchos oriundos lo sepan, los ilegales comparten sus vidas con ellos. Pero los residentes pertrechados con papeles pocas veces se percatan de su presencia. Sus miradas rara vez se cruzan. El reflejo de estos forasteros desamparados se escabulle entre la geometría de la ciudad. Solo son las sombras que proyectan las espaldas de sus asentados vecinos, habitan a ras de suelo, escudriñan a través de una cortina entreabierta. Su existencia, mutilada, se nutre de la cotidianidad ajena. 

Si la muerte la hubiese respetado, me pregunto cómo sería la Vivian Maier del año 2019. La imagino activa y activista. Vivian se atreve a hablar de sí misma, de su identidad, de sus sueños. Vivian muestra su propia imagen y se enorgullece de sus dotes artísticas. Vivian se sabe poderosa. Vivian visita fronteras, muros y centros de detención. Vivian enarbola su cámara a favor de los ‘sin papeles’. No en vano, Vivian en el pasado se sintió como uno de ellos.

Katia Fach Gómez es profesora de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Zaragoza.

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