A la hora de merendar
Los astronautas de los Apolo regresaban a la Tierra a la hora de merendar, cuando los niños acababan de salir del colegio. Al menos era entonces cuando pasaba las imágenes TVE, la única televisión en la España de los años sesenta y setenta. No era una emisión en directo, claro, sino un montaje que resumía la operación de amerizaje y rescate. Pero para el espectador ingenuo de aquel entonces era como asistir en vivo a un gran suceso. Se podía ver la cápsula cayendo al mar, en algún lugar del Pacífico, y el helicóptero recogiendo a los astronautas y llevándolos a la cubierta de un portaaviones. La apoteosis llegó aquella madrugada del 20 de julio de 1969, cuando hasta los más pequeños tuvieron permiso para trasnochar ante la pantalla y ver el histórico paso de Armstrong sobre la Luna. Los viajes a la Luna fueron un prodigio técnico y una intrépida hazaña. Y quizá un derroche de dinero que solo se explica en el contexto de la Guerra Fría entre dos grandes potencias, representantes de sistemas sociales enfrentados. No hay que olvidar que los mismos cohetes -o muy parecidos- que impulsaban a astronautas y cosmonautas al espacio podían servir para lanzar el infierno nuclear sobre las cabezas del enemigo. Pero se trataba sobre todo de propaganda, de un gran espectáculo que la televisión llevaba a todos los hogares del mundo y que aspiraba a demostrar la superioridad de la democracia capitalista sobre la dictadura comunista. Y sin embargo, con todo y con eso, los primeros pasos del ser humano fuera de la Tierra fueron una gran aventura de la que todos nos sentimos partícipes.