Sujeto, verbo, predicado

El verano es un buen momento para animar a los niños a la lectura.
El verano es un buen momento para la lectura.
ARÁNZAZU NAVARRO

Tengo a mi cerebro en estado horizontal, el que impulsa a un único trabajo: de la hamaca al mar y viceversa, con parada en cualquier chiringuito que me diga que la vida es simple y sencilla frente a un plato de sardinas y una caña bien fría. Donde poder congelar los problemas, lejos de esa angustia cotidiana que nada soluciona. De los casi tres meses pactando un gobierno. Cincuenta días en Aragón. Increíble.

Un tiempo en el que leer cualquier novela que me sumerja en un mundo en apariencia lejano, pero que es solo mío, y es de todos, en definitiva. Porque son los libros captadores de sentimientos, de realidades, que ponen en palabras lo que tenemos muy dentro, lo que soñamos, sufrimos, gozamos. Frases que nos emocionan o estremecen, que subrayamos y marcamos la página, para volver una y otra vez como un refugio, porque es eso, precisamente eso, lo que sentimos y pensamos; a lo que nos agarramos para comprender hasta lo mas nimio de la vida. Es verse y entenderse a uno mismo entre líneas, psicólogas enlazadas como sujeto, verbo y predicado.

Leer con el sonido del mar y el sol del atardecer que te dice que la economía de hoy no hace sociedad (Christophe Guilluy), que nada es peor que la soledad (Michael Hjorth / Hans Rosenfeldt), que siempre duele la verdad (Paloma Sánchez-Garnica), o que por encima de todo hay que defender la dignidad (Primo Levi). De viajes al pasado para iluminar el presente (Irene Vallejo), amores extraños (Katherine Dunn), o mujeres luchadoras (Claudia Casanova). Da igual lo que se tenga entre manos. Leer es vivir, es el aire que respiramos.

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