Por
  • Esperanza Pamplona

Historias tremendas

Estos días hemos hecho un ejercicio de empatía.
Estos días hemos hecho un ejercicio de empatía.
Heraldo.es

La jerga de la nueva psicología, esa que hemos domesticado a través de libros de autoayuda y títulos a distancia, se ha instalado en nuestro vocabulario y en nuestras ‘metas personales’.

Así que ahora todos cultivamos la empatía y la resiliencia. La primera es un ejercicio casi inocuo, porque cuando duele demasiado uno escapa y abandona los zapatos del otro. Le resiliencia es el ‘ajo y agua’ de toda la vida, solo que pasado por el tamiz de la imprenta y subido a un atril con focos y público.

El caso es que estos días, el que más y el que menos, todos hemos hecho un ejercicio de empatía. Selectiva, eso sí. Me explico. Todos nos hemos puesto en la piel de los padres de Julen y hemos sentido que el dolor era insoportable. Así que poco a poco hemos ido tomando distancia pero sin soltar el mando de la tele. La angustia, la espera de un milagro, el trágico descuido, el hermano muerto… Demasiado para cualquiera.

Hay otras historias tremendas, como las de los llamados ‘menas’ que llegan a Aragón. También son niños. Pero aquí tropezamos con los prejuicios y el miedo. Y no nos cabe la empatía. Usamos el trazo grueso: todos malos, todos delincuentes. Si escucháramos sus historias nos romperían el alma. Pero quizá el problema es ese, que nos pueden convencer.