ARTES PLÁSTICAS. OCIO Y CULTURA

Ignacio Fortún, pintor: "En el Pilar, la obra mural de Goya pasa totalmente inadvertida"

El pintor zaragozano ofrece la muestra 'Cinco capítulos' en las dos salas del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, una obra personal muy meditada

La exposición 'Cinco capítulos' de Nacho Fortún arrancó de sus reflexiones y paseos tras la pandemia.
La exposición 'Cinco capítulos' de Nacho Fortún arrancó de sus reflexiones y paseos tras la pandemia.
Guillermo Mestre.

Ignacio Fortún (Zaragoza, 1959), tras su gran exposición antológica en la Lonja de Zaragoza, expone ‘Cinco capítulos’ en las dos salas del Paraninfo -donde han expuesto en los últimos tiempos, entre otros, Pepe Cerdá, Jorge Gay, Paco Simón, Ignacio Mayayo, Lina Vila, Alicia Vela, Dino Valls, etc.- de la Universidad de Zaragoza, una exposición muy pensada y deslumbrante que abre caminos hacia una nueva figuración en su trayectoria. Explora, además de sus habituales superficies metálicas, el papel y el óleo.

¿Cómo se prepara una exposición tan importante y estimulante tras haber expuesto en la Lonja?

Desde un principio me propuse que no fuera una exposición previsible, ni para mí ni para el espectador. Hacía tiempo que me animaba la idea de retomar técnicas más tradiciones sobre papel y tela. También la de experimentar con el cromatismo del latón, a la vez que me interesaba avanzar en la amplitud de la paleta de color con los metales. Darle forma a todo esto implicaba que las diferentes técnicas dialogaran de forma fluida a lo largo de las dos salas. Es lo que más me animó desde un principio; también poder dominar el singular espacio del Paraninfo

¿Qué pensó, qué paseos dio por la ciudad, qué decidió hacer?

La realidad del 2020 se imponía, y el reencuentro con la calle era de cierta extrañeza. Al principio, volver a caminar junto al Canal Imperial fue un paliativo, y pensé en reanudar la serie que ya presente en 2019 (Canal camino y Frontera) asomándome al paisaje desde sus orillas; restos rurales en las lindes junto a Parque Venecia, campos de cultivo en abandono etc. Pero también ese “tiempo lento” y una nueva sensibilidad me desveló cuadros en lugares no esperados; la gran superficie o el bazar oriental. Los esqueletos de las obras paralizadas fueron imágenes que poco a poco se fueron fijando en mi retina. En los preliminares del proyecto expositivo no había guión, este fue madurando a lo largo de los dos primeros años de trabajo, dejándome llevar, según acontecían los días y los pensamientos.

¿Cuál es su vínculo con Zaragoza y sus alrededores: el Canal, el Huerva, algunas calles,  los barrios, y cómo pasó todo eso a su obra?

Desde el punto de vista pictórico ese vínculo nunca ha sido con la ciudad histórica o monumental, tiene que ver con los barrios donde he trabajado o donde vivo, que, a su vez, me han llevado a descubrir otros lugares que nos pasan desapercibidos; lo rural más cercano a Zaragoza como Juslibol, los polígonos industriales cercanos o el río Huerva oculto y a la vez frondoso. También la estepa cercana a Zaragoza que en su día me llevó a profundizar en el territorio de los desiertos. Muchas veces son escenarios que podrían corresponder a cualquier otra ciudad.

No me ha interesado el paisaje tanto como un ejercicio de representación naturalista como el lugar que propicia los hallazgos, desde donde poder crear un lenguaje para ir más allá de lo aparente, para hablar del hombre y la comunidad.

En esta exposición fue clave la pandemia, se dice… ¿Por qué? ¿Cómo le condicionó?

La imagen de la gente en los parques, en los descampados, todos distanciados, como desubicados, me sedujo y fue la que propició la primera obra de toda la exposición, ‘Tiempo lento’. Ese tiempo en el que despertábamos me permitió una mirada reflexiva, de preguntas ante lo venidero y ante lo que asomaba desde hacia tiempo como un cambio de paradigma, social y cultural. Pero todo esto se conjugaba a la par con lo más cotidiano y con las sensaciones en los reencuentros con la naturaleza en los primeros viajes permitidos. Lo vivido iba tomando forma en los cuadernos a la vez que intentaba distanciarme de lo más anecdótico para, a partir de ahí, crear mi propio relato.

Una de las grandes obras de la muestra, llena de espiritualidad y enigma: 'Una monja en las afueras'.
Una de las grandes obras de la muestra, llena de espiritualidad y enigma: 'Una monja en las afueras'.
A. C./Heraldo.

Podríamos decir que ‘Cinco capítulos’ es, ante todo, una muestra muy narrativa.

Creo que sí, como también lo fueron otras series anteriores; ‘Tránsito’ y ‘Los nadadores’, donde la figura del hombre retomaba un protagonismo en la obra. Hay algo natural e intuitivo en la forma de abordar mi trabajo que me lleva a transitar por los cuadros creando vínculos entre sí, a la vez que va madurando la idea que los aglutina y que favorece una posible narración. Pero siempre me ha interesado que la obra quedara abierta en diferentes direcciones y miradas. Creo que esa es la clave para que el cuadro respire y dialogue con el espectador de manera aislada y autónoma y también dentro del conjunto expositivo

"No me ha interesado el paisaje tanto como un ejercicio de representación naturalista como el lugar que propicia los hallazgos, desde donde poder crear un lenguaje para ir más allá de lo aparente, para hablar del hombre y la comunidad"

Insiste en el soporte del metal. ¿Qué le ha dado esa técnica, en qué medida la chapa también es un espejo del artista?

Estos soportes me han ofrecido la posibilidad de investigar en los valores expresivos de la obra, mas allá de la representación. La capacidad mudable de la luz en un paisaje o escena, las diferentes atmósferas que se generan, al igual que ocurre en la naturaleza cuando observamos un paisaje en diferentes horas o estaciones. A lo largo de más de veinte años he podido cerciorarme de que un mismo cuadro se completa y habla de modo diferente según sea el espacio que lo acoge, las características de su luz y la forma en que nos podamos mover. Todos estos valores, la incertidumbre en el acabado hasta que se genera el dialogo con la luz, es lo que me mantiene con interés hacia estos soportes, ahora incorporando el latón. En toda obra que hay una pulsión sincera se refleja la personalidad de su autor; en la música en la literatura en las artes visuales. Ciertamente, me cuesta satisfacer a priori unos gustos más o menos establecidos.

Hablemos de la sala primera ‘La visita’, que habría sido una muestra totalizadora en sí misma: ahí vemos una clara evolución de su pintura con nuevas apuestas formales. ¿Tiene la sensación de que la figura cobra un protagonismo inequívoco, quiere colocar al ser humano en el centro?

A partir de ‘Tiempo lento’ (obra a la que ya he aludido), la presencia de la figura del hombre se fue afianzando de una manera natural a lo largo de toda la colección. Poco a poco estos personajes fueron adquiriendo una marcada estética -entre lo real y la ficción- de la que no me pude despegar. Dejé que crecieran y que me interpelaran, hasta que por último conformaron la pequeña serie sobre papel ‘Hombres de azul oscuro’, para mi uno los mis mejores hallazgos, que condensa el devenir de toda la exposición.

Otra de esas piezas donde Nacho Fortún se acerca a lo onírico y a la cinematográfico.
Otra de esas piezas donde Nacho Fortún se acerca a lo onírico y a la cinematográfico.
A. C./Heraldo.

¿Ha dado un giro también hacia la secuencia cinematográfica y el misterio? A veces sus cuadros sugieren no sé si películas completas, al menos sí la sensación de un cortometraje.

Crear nexos de unión entre las obras me interesó especialmente en el último tramo del trabajo; los diferentes espacios de encuentro con el espectador, la diversidad de formatos y la relación entre sí, que a su vez favorecen ritmos y silencios en la lectura de los cuadros, y por supuesto el movimiento de la luz en los metales según nuestro recorrido en el espacio de la sala. Todo esto ha podido propiciar la secuenciación. Muchas personas que han visitado la exposición me han hablado de esa presencia del misterio; el hombre uniformado -en el que nos podemos ver reflejados–, transitando entre dudas y preguntas, sería la llave para que esto ocurra.

¿Cree, como hemos visto algunos, que hay una huella de Balthus en algunos cuadros y del arte oriental?

Un espectador con cierta cultura visual siempre encontrará referencias, y un pintor, consciente o inconscientemente, siempre respirará con el bagaje de lo que más le gusta. Los formatos verticales nos acercan al movimiento ascendente en la lectura de la naturaleza y a lo espiritual que se pude dar en el arte oriental. Balthus me fascina, pero no me veo con referencias suyas, quizás en alguna escena urbana. En todo caso no me importaría quedarme con el carácter enigmático de su obra. En los diferentes encuentros con visitantes en la exposición me han hablado de la presencia del escritor José Saramago, del pintor norteamericano Edward Hopper y del escultor Juan Muñoz, uno de mis preferidos

La exposición también tiene algo de álbum de recuerdos e instantes. Háblenos de la pieza ‘Berlín’, protagonizada por su compañera Pilar. Ofrece una impresión de cuadro naturalista y cotidiano.

En este caso era una foto de Pilar en el museo de Pérgamo, la repase y la miré con frecuencia durante el confinamiento, me rondó por la cabeza. Había algo en esa foto que trascendía ese instante; el espacio, su luz, el tiempo pausado en la lectura, la ciudad en movimiento al otro lado de la gran ventana, el radiador que da calor y cercanía, el perfil del busto. Todo eso se conjugaba con el recuerdo que aún perduraba de la visita placentera después de un buen desayuno en el hotel. No se trataba tanto de ser fiel a esa foto como la de evocar esa mañana en Berlín.

"No me importaría quedarme con el carácter enigmático de su obra. En los diferentes encuentros con visitantes en la exposición me han hablado de la presencia del escritor José Saramago, del pintor norteamericano Edward Hopper y del escultor Juan Muñoz, uno de mis preferidos"

Dicen que el arte cada vez pinta menos en la vida social, que han desaparecido los coleccionistas y hasta el brillo social de la creación. ¿Qué piensa Nacho Fortún?

En las décadas de los años 80 y 90 hubo un despertar que concitó a todo tipo de creadores y profesionales en torno a cualquier disciplina artística; las galerías eran lugares de experiencia de encuentro y comunicación. Ahora se diseñan productos culturales de alta rentabilidad, hitos que hay que conquistar sin tiempo para digerir De nuevo volvemos a la educación, a su capacidad para despertar la mirada, la curiosidad y el análisis crítico; una comunidad que ha desarrollado estos valores se siente participe del hecho artístico lo compra y lo apoya. Hay galerías de arte que se preocupan por todo esto, pero también es cierto que yo no veo a estudiantes de Historia del Arte interesados por estos espacios.

¿Qué le da el arte, cómo lo siente y lo vive?

Es una manera de estar en el mundo, de mirar, de navegar entre sus desavenencias y sus dulzuras. Una elección que se hizo inevitable y que me ha permitido crecer como hombre, cultivar la curiosidad, hacer amigos que me han acercado a otras disciplinas artísticas: al teatro, la música, al cine y a la literatura. No pinto tanto por el placer que esto pueda conllevar, como por la agitación que se genera en esos hallazgos que me permiten trascender lo vivido, lo que nos acompaña. En los años 90 pinté bosques quemados y desiertos, cuando no se hablaba de la crisis climática. Creo que en lo sustancial no he cambiado mucho.

A cuatro años visto el bicentenario de Goya, ya parece que es el gran proyecto institucional, casi único, de artes plásticas. ¿Qué se debe hacer, le preocupa de algún modo?

En la plaza del Pilar hemos asistido a un desfile de ocurrencias que sin duda Goya hubiera reflejado en alguno de sus disparates. A su vez, a pocos metros en el interior de la Basílica, la mayor obra mural pintada por el maestro pasa totalmente inadvertida para cualquier visitante; nada nos indica su presencia, la iluminación no funciona, las tiendas de recuerdos no hablan de ella, tampoco los museos. Sé que se hizo un trabajo para poder visualizar y entender los frescos bajo la cúpula, pero en el último momento el Cabildo lo rechazó. Todo esto sería impensable en cualquier otra ciudad europea.

Buena advertencia. Siga… ¿Qué propone?

Musealizar las colecciones en un solo espacio hubiera sido lo más eficaz. Pero nos queda el Museo de Grabado y edición gráfica de Fuendetodos. Concluirlo sería la mejor forma de dignificar la memoria de Goya. La colección con grandes firmas existe y los autores son de máxima calidad. Solo falta una política inteligente que mire más allá de la fiesta y el disfraz.

"El arte es una manera de estar en el mundo, de mirar, de navegar entre sus desavenencias y sus dulzuras. Una elección que se hizo inevitable y que me ha permitido crecer como hombre, cultivar la curiosidad, hacer amigos que me han acercado a otras disciplinas artísticas: al teatro, la música, al cine y a la literatura"
Nacho Fortún cuenta con la colaboración para su brillante catálogo de Fernando Sanmartín y Desirée Orús y él mismo redacta un texto que parece el cuento del pintor que se extravía en el paisaje.
Nacho Fortún cuenta con la colaboración para su brillante catálogo de Fernando Sanmartín y Desirée Orús y él mismo redacta un texto que parece el cuento del pintor que se extravía en el paisaje.
Guillermo Mestre.
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