Detonó la apoteosis

Se recreó en la melodía haciéndose dueño del tempo, que manejó con dominio y sensibilidad. Arcadi Volodos inició la ‘Sonata en la menor, opus 42’, de F. Schubert con digitación poderosa, adecuada a las dimensiones de la sala Mozart, de cuya buena acústica sacó el máximo partido, repartiendo arte pianístico con generosidad y entrega. Y en el segundo movimiento Volodos expuso la melodía con elegancia, para luego atacar sus cinco variaciones, desgranándolas con limpieza en un discurso musical impoluto, abundante en pasajes contrapuntísticos dotados de gran elocuencia y audibilidad en sus voces. El pianista ruso, de nacionalidad francesa y residente en España atacó con notable encanto ese ‘ländler’, género precursor del vals vienés, en el tercer movimiento, transmitiendo sosiego y derivando, a continuación hacia el rondó final, donde exhibió un virtuosismo de sabor clásico que rubricó con acordes de fuerte poderío dramático

El concierto continuó con la colección de 18 breves danzas ‘Davidsbündlertänze’, de R. Schumann, de las que Arcadi Volodos extrajo todo la médula expresiva que pudieran contener, remansando el fraseo y tensando las líneas melódicas para transmitir los volubles estados de ánimo del compositor. Así las piezas 3, 4, 6, 10, y 12 sonaron briosas y dotadas de fuerte dinamismo mientras que en las 2, 5, 7, 11 y 14, el pianista se explayó imprimiéndoles un estilo cantable y muy expresivo.

Volodos traía, como colofón una bomba pianística para levantar el ánimo y la temperatura emocional: la espectacular ‘Rapsodia húngara nº 13’ de Liszt Ferenc/A. Volodos que detonó la apoteosis, largas ovaciones y cuatro bises: ‘How Fair this Spot’, de Rachmaninov; ‘Momento musical nº 3, D 780’, de Schubert; ‘Malagueña’, de Lecuona; y adaptación del ‘Concerto grosso, opus 3, Siciliano’, de Vivaldi.