Santiago Auserón, el negro del Ebro quemando caña

Renunció al camino más fácil para aventurarse por nuevos rumbos, al margen de los dictados de la industria musical.

Santiago Auserón, este sábado 13 de abril, en su concierto zaragozano.
Santiago Auserón, este sábado 13 de abril, en su concierto zaragozano.
Oliver Duch

El próximo mes de julio cumplirá 70 castañas, pero sigue hecho un galán de lo más pinturero, que comparece en el escenario de la rotonda de Delicias impecablemente trajeado y con pajarita, para impartir cátedra una vez más. Solo con su voz y su guitarra eléctrica, exhibiendo un dominio incontestable, Santiago Auserón en su salsa, estableciendo puentes y conexiones sonoras entre Cuba, el Mississippi y el Ebro, entre África, el Caribe y el Siglo de Oro, entre el son, el blues y el rock, entre el French Quartier de New Orleans, la Habana Vieja y el barrio del Gancho.

Santiago es un maestro en lo suyo, sin duda, pero lo que aún le honra más es que en todos estos años no ha dejado de aprender, de estudiar, de investigar, de explorar; mientras otros colegas generacionales se mantienen en posiciones acomodadas, él ha seguido esforzándose en cantar cada día mejor, en tocar mejor la guitarra: la delicadeza con la que remata las canciones, dejando en el aire una última nota precisa con supina finura, es la mejor muestra de ello. Sin olvidar que hace treinta años, en el momento álgido de Radio Futura, renunció al camino más fácil para aventurarse por nuevos rumbos, al margen de los dictados de la industria musical. Y en ello sigue.

El sábado ofreció un sensacional concierto, rebuscando en las profundidades de su vasto catálogo de canciones, recuperando muchas que no son habituales en su repertorio. Desde ‘En la frontera’, ‘Quemando caña’ o ‘Jibara’ a ‘Collar de cuentas’, ‘Magnolia’ o ese prodigio de belleza crepuscular que es ‘Los inadaptados’, pasando por ‘A morir amores’, ‘Luz de mis huesos’, ‘Extraños deseos’ o ‘Río negro’, para culminar con una ‘Semilla negra’ impregnada de soukous congoleño e improvisando décimas, ‘El puente azul’ y ‘La estatua del Jardín Botánico’: en fin, “el negro del Ebro”, como él mismo se definió, repartiendo arte.

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