'Menudas piezas': el arte de la superación

‘Fuera de carta’, ‘Que se mueran los feos’ o ‘Perdiendo el norte’ son, entre otras, algunas de las películas con las que Nacho G. Velilla ha reafirmado su apuesta por la comedia. En su último trabajo, el cineasta amplía sus objetivos al apostar, también, por Aragón, más concretamente Zaragoza, donde rodó ‘Menudas piezas’, inspirándose en una historia sucedida en la capital aragonesa -el colegio Marcos Frechín ganó en 2018 el campeonato de ajedrez escolar- y poniendo mucho sabor de la tierra en el filme. En este caso, a través de una fotografía hermosísima de Zaragoza, con banda sonora de otro aragonés y, además, una canción de Amaral hecha expresamente para la película.

García Velilla parece especialmente tocado no sólo para el humor, que, como en ‘Menudas piezas’, va combinando hábilmente con unos cuantos apuntes dramáticos, sino, también, para el éxito en taquilla. El director sabe manejarse muy bien en historias que, sin ser redondas, sin que posean hondura narrativa, llegan al público que busca pasar un buen rato en el cine. García Velilla recurre esta vez a situaciones que el cine ha retratado en otras ocasiones, no las copia, pero sigue sus pautas y las hace suyas, obteniendo, hay que decirlo, buenos resultados.

Si bien en el trabajo coral de los actores se podrían haber obtenido mejores resultados, si bien hay secuencias que se tendrían que haber resuelto con mayor garra, la película funciona gracias a otros elementos. Además de los citados al principio -la fotografía, la música y, por supuesto, el hecho de contar una historia que es un elogio de la superación personal-, hay que destacar el acierto del reparto. Disfruto con Alexandra Jiménez, esa actriz que se mueve siempre entre la cómica pura y la artistaza a la que se le escapan tan fácilmente las lágrimas, y me encantan todos los demás actores, María Adánez y esos veteranos estupendos que las acompañan. Sin olvidar nunca a esos jóvenes que comienzan a moverse en el mundo del cine.