'Godzilla y Kong. El nuevo imperio': pasatiempo entre titanes

El atractivo de los filmes con monstruos gigantes reposa en las peleas descomunales y en lo que acontece a gran escala. La parte humana, aunque necesaria para la narración (y para que haya acción real en medio de la plasmación digital), en el fondo es lo de menos. El director Adam Wingard toma nota de la cuestión en ‘Godzilla y Kong. El nuevo imperio’, su segunda contribución al MonsterVerse impulsado por Warner, en la que reduce personajes y tramas para dedicarse en mayor medida al despliegue ‘kaiju’ que el aficionado a la temática demanda. La medida constituye un acierto en cuanto a que la película, dentro de que tampoco estimula demasiado la sugerencia, resulta más regular en términos de vistosidad que su predecesora (‘Godzilla vs. Kong’), también propicia para la evasión pero con pasajes que frenaban el entretenimiento.

Respecto a la anterior llama la atención que no repitan ni Alexander Skarsgard, uno de los protagonistas, ni Millie Bobby Brown así como que aquí no se revelen malvados planes humanos. De los roles conocidos solo siguen la doctora encarnada por Rebecca Hall, su hija y el conspiranoico a cargo de Brian Tyree Henry, a los que se suma Dan Stevens como desenfadado veterinario de titanes. Lo funcional permanece, y de hecho la ligereza, las licencias y los agujeros llevan a pensar que lo de la tierra hueca va, además de por el mundo mostrado, por el guión.

Sin embargo, la afinidad fluye de la mano de los dos iconos monstruosos y de lo que canaliza cada uno de ellos como fuerza protectora. A pesar de que cuando se reencuentran no pueden evitar volver a enfrentarse, forman equipo ante el líder de un ejército de grandes simios y el poder que este controla. Los resortes del cine de aventuras visten un espectáculo de CGI y golpes bestiales con el que Wingard, quien despuntó con ‘Tú eres el siguiente’ y ‘The guest’, aplaca una vez más el horrendo recuerdo que dejó con ‘Blair Witch’.