'Los niños de Winton': el pasado y los refugiados

El pasado permanece, realidad atestiguada por las situaciones de fuertes implicaciones, las cuales definen la vida posterior al estar siempre latentes. ‘Los niños de Winton’ manifiesta la dimensión que adquieren esos recuerdos intensos en la vejez, y lo expresa desde el sentido que revisten por el drama de la guerra y con el recorrido que otorga la figura de Anthony Hopkins. El veterano actor protagoniza el homenaje cinematográfico a Nicholas Winton, un británico que entre 1938 y 1939 salvó de los nazis a casi 700 menores refugiados en el marco de la invasión alemana de Checoslovaquia. La película de James Hawes, director asociado a series como ‘Slow Horses’ y ‘Penny Dreadful’, se sobrepone a la sensación de repetición que suele asomar por defecto en la temática debido a todo lo que se ha contado ya de horrores, héroes y supervivencia. Su más que correcto tratamiento, rasgo habitual, y su interés se acompañan de la carga que entraña el factor del sufrimiento infantil. No obstante, es en su tramo final cuando la historia sorprende por el grado en que llega y remueve.

Esta amplificación se produce en los últimos 20 minutos, en los que los ojos llorosos o incluso las lágrimas afloran envueltas en el escalofrío y el calor que recorren por dentro al surgir una conexión profunda. En el fondo se trata de una ‘emboscada’ emocional, como la que le hacen en cierto modo al protagonista, pero de bello y poderoso significado al remitir al impacto, al dolor y a lo que fue posible a pesar de todo.

Antes de estas resonancias, el desarrollo describe el sentir del personaje respecto a lo difícil de olvidar (los archivos, las fotografías, el importante contenido de un maletín) así como sus abnegados esfuerzos cinco décadas atrás. Esta segunda línea temporal, con Johnny Flynn en el rol del joven Winton, habla de los visados, de la búsqueda de fondos y de familias de acogida y de los peligrosos viajes en tren.