Por
  • Javier López Clemente

'Restos de un naufragio': Un mar de palabras

Un momento de 'Restos de un naufragio'.
Un momento de 'Restos de un naufragio'.
T. D. M.

Manuel Vicent publicó el pasado 9 de marzo que solo le gusta escribir a partir de lo que le ha sucedido o presenciado, y sobre gente que ha conocido, pero sin duda lo más inquietante es lo que tenemos sumergido en la memoria. El protagonista de ‘Restos de un naufragio’ pasa por ese trance cuando la muerte de su padre le deja una carpeta repleta de artículos de Vicent, y la maquinaria de buscar entre los recuerdos que tenemos esparcidos, desaparecidos o rotos se pone en ON para ordenarlos y contar una historia que aúna la luz de la reflexión con el chispazo emocional que pone la piel de gallina.

Sobre el fondo negro del escenario se proyecta una imagen del protagonista para contextualizar las palabras del escritor y las de su padre, hasta iluminar las zonas de sombras por las que transitaron las relaciones entre padre e hijo. Entonces la acción pasa al proscenio para que el aliento y los latidos del actor se enfrenten el contenido de cada artículo. Este planteamiento aparentemente discursivo y con una escasa musculatura teatral consigue transformarse en un delicado ejercicio dramático por tres motivos fundamentales.

'restos de un naufragio' ****
Producción:Producciones Viridiana.
Citas y artículos:Manuel Vicent.f
Intérprete:Javier García. 

Los textos de Vicent tienen el aroma de un guiso casero que cuenta una peripecia en la Conchinchina mientras fluye la poética de lo cotidiano. La sencillez formal de la dramaturgia de Jesús Arbués anuda la ficción con una evocación literaria de la vida real del autor y así, el actor recorre un arco dramático desde la niñez que juega con un caballo de cartón hasta la certera puñalada de la muerte. La interpretación de Javier García tiene el peso de quien se zambulle en un océano de imágenes, cabalga frases como si fueran endecasílabos que suspiran en la punta de sus labios mientras su mirada, en el borde brillante de una lágrima, atraviesa el patio de butacas.

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