'Kung Fu Panda 4': una última aventura
Hace ya 16 años, ‘Kung Fu Panda’ introdujo en el imaginario DreamWorks al divertido Po, figura que entrañaba el juego con el héroe atípico y con lo chocante al mostrar que un oso gordinflón podía convertirse en el guerrero elegido. A partir de esa base cómica plasmaba el clásico proceso de aprendizaje, las artes marciales, los leves toques de misticismo oriental y la descripción de la antigua China. Dio lugar, en 2011 y 2016, a dos secuelas junto a las que conforma una recomendable saga de animación familiar. ‘Kung Fu Panda 4’ retoma la historia abriendo etapa, decisión motivada por el tiempo transcurrido desde que se cerró la trilogía y en la que también puede haber influido el desgaste que asomaba en algunos rasgos humorísticos de la tercera entrega. Además de aparcar lo relacionado con la comunidad de pandas, esta vez a Po no le acompañan los Cinco Furiosos sino una ladrona que le guía en su aventura. Sin que los cambios alteren lo distintivo, la película entretiene de la mano de la simpatía y de la vistosidad.
El viaje en el que se embarca el legendario y singular guerrero del dragón emerge como una última vivencia antes de asumir las nuevas responsabilidades para las que está destinado. Su deseo de huida inicial, la asimilación posterior y la madurez al respecto canalizan la enseñanza promovida, que tiene otra vertiente en la evolución de la socia del protagonista y en la amistad que surge. La trama secundaria con el padre adoptivo (un ganso) y el biológico constituye un guiño alusivo al inevitable estado de preocupación paterna.
La franquicia se había caracterizado por los villanos atractivos y vuelve a revalidar ese aspecto con la camaleónica hechicera. El filme, dirigido por Mike Mitchell, detrás de ‘Shrek, felices para siempre’, ‘Trolls’ y ‘La LEGO película 2’, adquiere mayor componente referencial que los anteriores por la pequeña reaparición (no es la única) del primer antagonista.