Ricas hechuras orquestales
Armonizaron a la perfección. Los cuatro instrumentos de cuerda crearon la atmósfera adecuada para dar la entrada al clarinete. Y Miguel Ángel Tamarit se sumó al festín atacando con decisión el muy jovial allegro del ‘Quinteto para clarinete y cuerdas, opus 34’, de Carl Maria Von Weber. Tamarit derrochó las sonoridades doradas de enorme riqueza armónica de su clarinete, el instrumento más eufónico de las maderas, especialmente en su ‘chalumeau’ o registro grave. A vertebrar tan feliz interpretación ayudó, en muchos pasajes, el sonido profundo del cello. Luego, el músico valenciano puso toda el alma en el adagio, que sonó hermosamente evocador, luciendo un extraordinario sentido de la línea melódica en ‘legato’, y creando ambientes dulces para el disfrute de los socios de la Sociedad Filarmónica de Zaragoza. Un magistral Tamarit realizó sendas exhibiciones de virtuosismo en el ‘menuetto’ y en el ‘rondó’ en esta obra, la de mayor calado del concierto a cargo del Quinteto de Cuerdas de la Filarmónica de Berlín.
La prestigiosa agrupación de cámara berlinesa había arrancado con ‘Divertimento en fa, K 138’, de W. A. Mozart y luego añadieron la no programada ‘Sinfonía para cuerdas nº 10’, de F. Mendelssohn, donde ambos violines, viola, cello y contrabajo tejieron ricas hechuras orquestales. Y si el gran viola Wolfgang Talirz lo dio todo en el arreglo para su instrumento de la violinística ‘La campanella’, de Paganini, el contrabajista Gunars Upatnieks exhibió un virtuosismo impactante con el mastodonte de la cuerda en el espectacular arreglo de Bottesini sobre ‘La sonnambula’. Igualmente magistral la cellista Tatiana Vassiljeva y grandiosos los violinistas Luiz F. Coelho y Romano Tommasini. Largas ovaciones y los bises ‘Eingesendet. Polka Schnell’, de J. Strauss, y ‘Calambre’, de A. Piazzola.