En pleno siglo XVIII, en Dinamarca, un hombre decide dedicar su vida y sus esfuerzos a hacer brotar la vida -en este caso, patatas- en aquellos lugares de su país donde nada crece. Este es el punto de partida de ‘La tierra prometida’, sexta película que el danés Nikolaj Arcel realiza en veinte años y para la que cuenta con Mads Mikkelsen, uno de esos actores capaz de meterse en la piel de cualquier personaje y, además, multiplicar el valor de un filme y hacerlo crecer.

‘La tierra prometida’, aun con sus variaciones y aportaciones propias, no deja de ser en el fondo la historia de un ser humano que se niega a ser un marginado y está dispuesto a luchar para conseguir una buena posición social y económica. En este caso, el protagonista ha servido como soldado muchos años y, cuando vuelve al mundo civil, aspira a más. Para ello, obtiene permiso del rey para cultivar las tierras incultivables, las del páramo.

Nikolaj Arcel, que en sus trabajos anteriores manejó historias muy diferentes -a destacar ‘Un asunto real’, también con Mads Mikkelsen-, aborda en su nueva película la odisea de un hombre que no se frena ante ninguna adversidad y que, a su determinación, añade la ambición. Quiere formar parte de la élite al coste que sea, una élite que, tal y como la retrata el director, vive en sus caprichos, su corrupción, sus abusos, dueños de sus criados, en un mundo paralelo al de los miserables de su sociedad.

‘La tierra prometida’ contiene un argumento dramático que Arcel maneja con pulcritud, muy buen ritmo y un estilo narrativo que combina eficazmente los momentos más crudos del filme con aquellos en los que el ser humano muestra sus mejores sentimientos. Unido a la estupenda creación que de su personaje hace Mikkelsen y al buen trabajo del resto del reparto, todo hace que la película atrape al espectador y acaba envolviéndolo en una historia interesante, entretenida y muy bien hecha.