entrevista

Carmen Linares: "La jota tiene una valentía y una belleza que ya de por sí es Patrimonio de la Humanidad"

La cantaora participa en el espectáculo 'Jondo' que este jueves llega al Teatro Principal de Zaragoza.

La cantaora Carmen Linares, en el patio de butacas del Teatro Principal
La cantaora Carmen Linares, en el patio de butacas del Teatro Principal
Oliver Duch

El Teatro Principal de Zaragoza acoge hoy el estreno en la capital aragonesa de ‘Jondo’, un espectáculo de danza flamenca y contemporánea inspirado en cinco personajes de la literatura lorquiana. Eduardo Guerrero ha creado la coreografía para el texto de la obra que dirige Sharon Fridman, y que cuenta con una participación de lujo, la de la cantaora Carmen Linares (Linares, Jaen. 1951), que a lo largo de su carrera ha sido reconocida con el Premio Princesa de Asturias de las Artes y el Grammy Latino a la excelencia musical, entre otras distinciones.

Usted ha llevado el flamenco por todo el mundo. ¿Por qué cree que gusta tanto?

Gusta tanto porque tiene una gran calidad musical, en los poemas y en las letras. Muchas veces me dicen, por ejemplo: «Y en Noruega, ¿ahí entienden?». El flamenco se siente y cuando la gente tiene sensibilidad y escucha esa música bien hecha, bien afinada y esa expresividad que tiene... claro que gusta.

Empezó a cantar de pequeñita, en casa, con su padre a la guitarra. ¿Cómo descubrió que tenía este talento?

Realmente, yo no lo descubrí. Desde niña canto y era mi padre quien me decía: «¡Qué bien afinas y sales a tono!». Después, en algunos momentos en los que tenía alguna duda, cuando era más jovencita, me decía: «Es que Dios te ha dado a ti ese don para que lo uses». Así que no tuve ningún impedimento para dedicarme al cante. Todo lo contrario. Mi padre estaba orgullosísimo de que yo cantara flamenco porque él era un gran aficionado.

Pero el talento solo no basta...

Siempre he tenido eso claro. Aparte de tener condiciones, te tiene que gustar y tienes que ser feliz cantando. Eso es importantísimo. Si eres feliz trabajando (porque esto es un trabajo) en algo que te llena tanto, que te gusta tanto, que te hace tan feliz y puedes vivir de ello, ahí has encontrado tu camino.

Ha sido compañera de generación con Morente, Camarón, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, José Mercé, los Habichuela. Una nómina de artistas irrepetible...

Es una generación muy especial porque vivimos una época de transición en todos los sentidos: política, musical, de libertad... y eso influyó en nuestro arte. Hicimos un cambio entre todos, que era lógico, porque el artista tiene que vivir su tiempo.

Entre otras distinciones, ha sido galardonada con el Nacional de Música, el Grammy Latino o el Premio Princesa de Asturias de las Artes de 2022, junto a María Pagés. ¿Cómo recuerda la actuación espontánea que protanizaron en la entrega de este galardón en Oviedo?

Fue un momentazo –la cantaora se arrancó con versos de Juan Ramón Jiménez y María Pagés la acompañó bailando–, y además muy importante para nosotras y para el mundo del flamenco. A Paco de Lucía se lo habían dado en 2004. Y ahí estábamos María y yo como mujeres y como artistas, ella en la danza y yo en el cante. Hasta entonces faltaba que se tuvieran en cuenta esas dos formas del flamenco. Espero que no seamos las últimas. Ahora la mujer está más presente en todos los ámbitos y esto fue muy importante para el flamenco y para nosotras.

En 1996 rompió barreras con la publicación de su antología ‘La mujer en el cante’, que se considera uno de los diez mejores álbumes de la historia del flamenco...

Todo lo que uno hace en su carrera es importante, pero esa antología fue para mí un antes y un después. Surgió para reivindicar todo lo que habían creado las mujeres en el flamenco y no fui consciente de la importancia que tendría. Lo he descubierto después. Estoy muy orgullosa de todo lo que han creado las mujeres en el flamenco y en el cante.

Fue la primera cantaora que actuó en el Lincoln Center de Nueva York, y ha llevado su arte a escenarios como el Teatro Colón de Buenos Aires, la Ópera de Sídney, el Carnegie Hall de Nueva York o el Barbican Center de Londres, entre otros. ¿Hay alguno de estos escenarios que recuerde con especial cariño?

El Colón de Buenos Aires. Ahí hice ‘El amor brujo’ que digirió Rafael Frühbeck de Burgos. Es un teatro impresionante por fuera y por dentro. Fue muy emocionante porque tiene una acústica maravillosa. Pero también el Carnegie Hall. He actuado en tantos sitios tan diferentes que no puedo elegir solo uno porque todos han tenido su importancia y he sentido una emoción distinta.

¿Cómo recuerda su participación en el filme ‘Flamenco’ (1995), de Carlos Saura?

Estoy muy orgullosa de haber trabajado con él en esa película porque Saura era muy concienzudo y muy artista. Tenía una gran sensibilidad y una verdad contando las cosas. Veo ‘Flamenco’ y no me canso. Me sentí muy bien porque hice con Rafael Riqueni una taranta de mi tierra y me gustó el tratamiento, el color, la luz que puso Carlos. Es una obra de arte.

Imagino que es conocedora de que la jota, igual que el flamenco en 2010, aspira a ser Patrimonio de la Humanidad...

Por supuesto, se lo merece. La jota tiene una valentía y una belleza que de por sí ya es Patrimonio de la Humanidad. ¿Dónde hay que firmar?

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