Bladimir Ros: Gozo en el cabaret de los avasallados
Hace justamente cuatro años Bladimir Ros ofrecieron un extraordinario concierto navideño en Las Armas, sobre el cual un servidor escribió que “de la imperfección y los vertederos del alma surgen inesperados chispazos de belleza desgarrada”. Pues bien, todo eso quedó reafirmado con creces en la noche del sábado, la banda zaragozana volvió al mismo lugar para brindar –literalmente, chupito va, chupito viene- por la vida y la muerte, por Papá Noel y Shane McGowan, por las tabernas y las alcantarillas, por el amor y la desolación. ¡Menuda tropa!
Los bladimiros se montaron un cabaret desde el escenario, decorado con flores, guirnaldas, mesas con amiguetes, barra de bar con camarero incluido, y a partir de ahí se vivió un desparrame de emociones y de canciones agitadoras servidas por unos individuos que hacen de su capa un sayo en un ejercicio de libertinaje que excede todos los cánones. Con un excelente planteamiento del concierto, desde un inicio acústico con Ros Beret y Carlos Chahuan a solas dejando al desnudo piezas brillantes como ‘1960’ o ‘El chatarrero’, para ir incorporando paulatinamente al resto de la banda con temas como ‘Tusitala’ o ‘Volodya’ y explotar definitivamente con esa inmensa ‘Canción de Navidad’ en la que los chicos del barrio de San José confiscan el trineo de Papá Noel escopeta en ristre.
Con el nivel de intensidad ya por las alturas, cayeron canciones como ‘La depresión del Ebro’, mordaz retrato de nuestra Zaragoza (“una ciudad ni grande ni pequeña, un tamañico normal”), ‘Habanera del bululú’ o ‘Solsticio’, hasta despedirse con fantásticas versiones de ‘Lucy’ (Nick Cave) y ‘Dirty Old Town’ (The Pogues), con músicos invitados. Y con un pletórico Ros Beret ejerciendo de histriónico maestro de ceremonias de verbo afilado, el anfitrión perfecto para disfrutar de una gozosa velada en el cabaret de los avasallados.
