cultura

Vicky Calavia: "Quise hacer cine sobre mujeres porque seguían siendo invisibles"

Nacida en Zaragoza en 1971, acaba de ganar la Sabina de Plata. Es activista cultural, guionista y realizadora y coordina y dirige La Mirada Tabú.

Vicky Calavia es gestora cultural, guionista y realizadora, y también profesora de cine.
Vicky Calavia es gestora cultural, guionista y realizadora, y también profesora de cine.
Guillermo Mestre

"Mi padre, Tomás Calavia, administrativo en Codo, el pueblo donde nació Benjamín Jarnés, era un gran apasionado al cine. Y nos llevaba a mis hermanas Margarita, Belén y a mí al cine Pax todos los domingos. Y además, en los dos canales de TVE que había entonces, veía todos los ciclos: los de Alfred Hitchcock, Cary Grant, James Stewart, Humphrey Bogart, Katharine Hepburn, así me fui aficionado a muchas películas como ‘La fiera de mi niña’, ‘Historias de Filadelfia’ o ‘Jezabel’, y las de John Ford con John Wayne", explica Victoria Calavia, Vicky Calavia.

Ya se ve que su pasión viene desde la infancia.

Sí. Mi padre fue decisivo. Pero desde muy pronto empecé a seguir y a coleccionar las críticas de cine: las que hacía Carmen Puyó en HERALDO y Martínez Urtasun en ‘El Día de Aragón’. Y a la vez iba a la biblioteca, de los 14 a los 16 años, y sacaba libros sobre el montaje, el guión, los directores, etc. O la ‘Historia del cine’ de Román Gubern.

¿Ya quería ser cineasta o algo así?

No, no. Ni se me pasaba por la cabeza. Me apasionaban las Ciencias y las Matemáticas. Mi hermana Belén hacía Medicina y me gustaban mucho los huesos y objetos que traía a casa. Siempre me ha gustado mucho la Anatomía. Me hubiera gustado hacer Biología, pero como aquí no aquí no había me apunté en Veterinaria. El cine se seguía apoderando de mí.

¿De qué modo?

Iba con mi hermana mayor a las sesiones de la Filmoteca que estaba en el Elíseos. Allí vi muchas cosas: el cine clásico, fascinante, y también a los nuevos directores como Jim Jarmusch o Wim Wenders, por ejemplo. Pero la película que me marcó la vida fue ‘Azul’ de Krzysztof Kieślowskil, con Juliette Binoche. En el Centro Pignatelli asistí a un curso de Luis Úrbez, donde hablaba de la trilogía de Kieslowski, de ‘Vértigo’ y de otras grandes películas. Fue decisivo para mí. Como lo sería después, un módulo que impartía Javier Paricio en el ICE, ‘El lenguaje de la emoción’, que explicaba el cine por dentro. Y la publicidad, etcétera.

O sea, que ya estaba envenenada.

Sí, además, un poco antes me había enterado que en el Bar Fígaro se organizaba un tertulia de un grupo llamado Sin Retorno Films. Por allí andaban gentes del cine como Javier Estella y José Manuel Fandos, los Nanuk, el escritor David Mayor, el cineasta Pedro Aguaviva, la futura escritora Luz Gabás, y el también cinéfilo Alberto Sánchez Millán, que sería capital en mi vida. Al integrarme en aquel grupo, ya no podía volver atrás.

¿Por qué fue tan importante Alberto Sánchez Millán?

Era un gran cinéfilo. Lo oía y veía en la Filmoteca, que entonces estaba en el Elíseos: con su sombrero, con sus capas; recuerdo sus carcajadas, algún grito de disgusto, cuando se aburría y salía a fumar. En cuanto pude, sabiendo que estaba gravemente enfermo, años después, le dediqué un documental. Con Sin Retorno Films hicimos un proyecto creo que muy original que se llama Video Minutos que funcionó muy bien.

Siempre le han interesado las corrientes alternativas, ¿no?

No era fácil estudiar cine en Zaragoza, me apuntaba a cursos, aquí, en Valencia, Barcelona y Madrid. En Barcelona aprendí muchas cosas de la videocreación, de las obras de Nam June Paik, de Marina Abramovic, de Antoni Muntadas y de muchos otros, de videodanza, que es algo que me gusta mucho. Y poco después, en Casa Lac, con la complicidad de Quique Artiach, hicimos un proyecto semanal que se llamaba ‘Cortos de café’. También hicimos una serie que se llamaba ‘La pasión de Buñuel’. Como las piezas estaban en VHS y nosotros las devolvíamos, fui casa por casa para llevárselas sus dueños y así conocí a muchos cineastas zaragozanos, Miguel Ángel Lamata entre ellos.

Resulta muy gracioso, la verdad.

Yo veía que algo especial estaba sucediendo y se me ocurrió proponer la exposición ‘Travesía’ en el palacio de Sástago, que era el intento de resumir la potencia del cine aragonés desde el rodaje de ‘Culpable para un delito’, de José Antonio Duce, hasta ‘Una de zombis’, de Miguel Ángel Lamata. ¡Cuánto aprendí de nuestro cine y de quienes lo había hecho! Aprendía y asimilaba todo lo que podía en los trabajos de Agustín Sánchez Vidal, Pablo Pérez y Javier Hernández y Manuel Rotellar, y en los trabajos de Emilio Casanova y muchos otros. Aragón es un formidable plató de cine.

A Rotellar le dedicó un documental.

En cierto, fue el primero. Rotellar me llevó a Alberto Sánchez Millán, y este a Eduardo Ducay. Es un hombre impresionante. El gran productor creativo del cine español con Elías Querejeta: elegía un libro, pensaba en un adaptador o guionista, buscaba un director y lo acompaña en el rodaje y en la edición final. Me ha apasionado siempre el trabajo documental y a veces mis pesquisas me han llevado a descubrir seres que me han atrapado. También he hecho una película sobre un ser tan complejo como Florián Rey.

Al final, tras otras cosas, entre ellas ‘La Aljafería. Un lugar de cine’ o el documental ‘Aragón rodado’, apostó por las mujeres.

Si. Era natural. Veía que seguíamos siendo un poco invisibles. Y decidía apostar por ellas. Y así han nacido películas sobre María Domínguez, María Moliner, Elvira de Hidalgo, ‘La ciudad de las mujeres’, y estoy trabajando en dos más: la guionista, actriz y productora Natividad Zaro y la actriz y cantante Raquel Meller, que están en proceso de montaje. La que más satisfacciones me ha dado ha sido la de María Moliner, que era un homenaje a mi madre Áurea, maestra; se ha proyectado en todos los institutos Cervantes del mundo, se ha traducido a siete lenguas, y me siguen llamando para charlas, mesas redondas y lo proyectan. María Moliner es una mujer luminosa.

¿Qué es ‘La Mirada Tabú’?

Surgió hace diez años vinculado a la Caja Magnética y a la sala López. Y desde entonces no ha dejado de crecer y crecer. Quiere ser una visión diferente de la realidad: es como un caleidoscopio de todas las miradas. Y en 2023 celebramos la décima edición: ahora contamos con la colaboración del Ayuntamiento de Zaragoza, desde hace cuatro año. El jurado debe decidir los premios entre 58 obras de diversos países del mundo. Los galardones se entregarán el 16 en Caixaforum y se podrán ver las obras galardonadas.

¿Qué novedades hay este año?

Muchas. El viernes estuvo Elías León Siminiani; ayer, Anna Saura presentó ‘Elisa, vida mía’ de su padre Carlos Saura. El día 5 Manuel Vilas conversará con Almudena Vidorreta en Cálamo. El día 14 de diciembre se proyectará el documental de Manolo Kabezabolo, de José Alberto Andrés Lacasta, en la Filmoteca, se verá por primera vez en Zaragoza, y otro sobre los procesos creativos de las ‘performance’ Esther Ferrer. Y organizamos tres exposiciones: una de ‘La mujer en el cine’, en la Casa de la Mujer; otra exposición sobre Víctor Pastor, en La Fontanería, y otra de José Moñú y Pezones Revueltos, que coordina Olga Julián.

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