'Aragón, tierra de jota': todo un homenaje a nuestra seña de identidad

La gala celebrada en la sala Mozart emocionó al numeroso público que acudió al Auditorio

'Aragón, tierra de jota': todo un homenaje a nuestra seña de identidad
'Aragón, tierra de jota': todo un homenaje a nuestra seña de identidad
Guillermo Mestre

La gala ‘Aragón, tierra de jota’ fue todo un espectáculo con el que vibró el numeroso público que acudió a la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. Las casi 1.700 entradas disponibles estaban agotadas desde que se ofrecieron ‘online’ el pasado día 15. Hacia las 18.15, una larga fila de personas se había formado en el exterior del recinto. Había expectación por celebrar esta gran fiesta en torno al folclore aragonés. Disfrutar de un espectáculo de jota como este sirvió para templar la fría tarde otoñal. El canto, el baile y la música brillaron y emocionaron a los espectadores que asistieron ayer a esta cita, todo un homenaje a nuestra identidad. Con sus aplausos y ovaciones dieron calor y cariño a todos los cantadores, bailadores y músicos que participaron en el acto. El espectáculo ofrecido ayer, al que seguirán otros en Huesca y Teruel, se enmarca dentro de los actos de apoyo a la candidatura a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Esta iniciativa nació con la idea de pluralidad, concediendo mayor protagonismo a las mujeres, y la intención de devolver la jota al pueblo, pues el canto y el baile regional siguen siendo una de las señas más arraigadas de Aragón.

El cantador Nacho del Río, que en un principio no iba acudir a la gala por tener otro compromiso artístico previo, no quiso faltar a este importante encuentro y finalmente pudo participar. «Me apetecía mucho estar también en este acto de apoyo a la candidatura a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Tenemos que arrimar el hombro y estar todos aquí», subrayó.

En los momentos previos a la hora de inicio (19.00), en los camerinos y en los pasillos del Auditorio se respiraba un ambiente de fraternidad, buen humor y mucha afición; hubo quien siguió en la radio el partido del Real Zaragoza mientras calentaba la voz. En los preparativos finales, varios joteros se ayudaban entre ellos para ponerse la faja, al tiempo que los técnicos iban colocando micrófonos y supervisando que todo estuviera a punto. La ocasión también se prestó para retratarse en el ‘photocall’ de HERALDO, y todo ello sin perder en ningún momento la sonrisa ni la concentración para darlo todo en sus interpretaciones.

En el ‘backstage’ se encontraba también Pepín Banzo, presentador de la gala, y su pareja, la violinista Helena Perdomo. A la hora de explicar en qué consistía esta velada, Banzo, quien se presentó al público como «músico, mago, payaso y persona, por este orden», recordó lo que dijo hace unos días Sergio Aso, director musical de la gala: «Si un extraterrestre quisiera saber lo que es la jota, tendría que venir a esta gala porque hay de todo: desde la jota más tradicional, la que se baila en la calle, en los pueblos, hasta coreografías muy elaboradas o jotas sencillas, grupales, más modernas y contemporáneas… de todo. Creo que lo vamos a pasar genial y yo haré lo que pueda o lo que me dejen», anticipaba.

Sobre su indumentaria explicó que anoche iba «elegante, con un traje con chaqueta y el sombrero de Sástago. Siempre me gusta llevarlo» y comentó que su padre, Pascual Banzo –récord de Aragón de lanzamiento de disco, lanzador de barra, jotero y tenor dramático–, presente entre el público, «está más nervioso que yo».

Todo esto ocurría mientras los asistentes iban ocupando las butacas de la sala Mozart. Las luces se apagaron y la jota, en toda su dimensión, iluminó el Auditorio de Zaragoza con un amplio muestrario de la riqueza del folclore de esta tierra.

Una pasión y un arte

La gala contó con el soporte intelectual de José Luis Melero y Antón Castro. Ambos pronunciaron palabras sobre el escenario y describieron a la perfección lo que esta manifestación del patrimonio cultural significa: «Las cosas que se hacen sin pasión no suelen funcionar bien. La jota es un arte y naturalmente exige y precisa de altas medidas de pasión», afirmó Melero.

Antón Castro fue más allá y describió a los aragoneses, «que van y vienen con su nobleza a cuestas, con la energía de la utopía y del sueño, y una jota untada en los labios», y se refirió a Aragón como «este pequeño país sin fronteras que se reconoce en los suyos, que sabe abrazar a sus vecinos y a sus huéspedes, y que entiende que cantar y bailar es una forma excelsa de respirar y de sentirse pueblo que camina sin complejos hacia las estrellas. Aragón, bien se ve, aspira a ser un concierto perfecto. Como el de esta noche».

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