‘Henko’ es un término japonés que significa un cambio de dirección que no tiene vuelta atrás. Así se titulaba el espectáculo que ofreció la Film Symphony Orchestra el pasado viernes, precedido por la explicación de su director, Constantino Martínez-Orts, ataviado con su habitual levita talar; ejercitó su también habitual locuacidad al desmenuzar el contenido de las partituras a interpretar.

Su proceso comunicativo afecta favorablemente a las películas de las que proceden las bandas sonoras, que con florido verbo condensa el director para situar mejor la acción sonora de sus músicos. Es una tarea pedagógica beneficiosa para la mayor parte del público, que casi llenaba la sala Mozart. El tiempo que Martínez-Orts dedica a sus parlamentos podría suponer, en un cálculo aproximado, el 30 % de la duración del concierto. Su entusiasta voz desciende a detalles técnicos sobre ritmos y armonías que interesan sin duda a los entendidos en estos elementos constructivos de la música.

‘Henko’ desbordó los parámetros habituales de un concierto sinfónico para convertirse en una propuesta multidisciplinar con efectos especiales de luz y color, que se personificaba incluso en el podio del director, dotado de un recuadro central de color azul y rojo, alternativamente.

El conjunto orquestal sonó de forma equilibrada, brillante en los metales, abordando un programa ordenado cronológicamente, tras un prólogo vocal de ‘Skyfall’, comenzando por ‘El capitán Blood’, para seguir con ‘Espartaco’, ‘Apolo 13’, ‘El padrino II’, ‘Harry Potter y el cáliz de fuego’, ‘Indiana Jones y el templo maldito’, ‘La Roca’, ‘Desayuno con diamantes’, ‘Pocahontas’, ‘Mulan’, ‘Siete años en el Tibet’ y demás.

Hubo también un sorteo por adivinanza de las películas a las que correspondían unos breves temas musicales, cuyo acierto conllevaba un premio viajero.