CINE Y LITERATURA. ARTES & LETRAS

Las memorias de Benito Rabal

El hijo de Paco Rabal y Asunción Balaguer presentaba su libro hace unos días en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza: 'Gracias por mi vida'

Yolanda Polo, José Luis Melero y José Antonio Aguilar arropan a Benito Rabal en la presentación de sus memorias.
Yolanda Polo, José Luis Melero y José Antonio Aguilar arropan a Benito Rabal en la presentación de sus memorias.
Cortesía Pele Melero.

Cuando nació Benito Rabal, el segundo hijo de Paco Rabal y Asunción Balaguer, todos se marcharon de fiesta, incluido el padre. La celebración se prolongó tanto que a los dos días aún no había vuelto nadie. Se olvidaron de la madre y del hijo recién nacido, y éstos, «solos y abandonados», se metieron en un taxi y se fueron a casa. Esto, que en cualquier otra familia convencional hubiera sido ya motivo de divorcio, en la de los Rabal se veía con cierta normalidad, y Benito cree que la razón del olvido fue «la alegría de mi llegada» y que «eso siempre acaba por vencer»; y que su madre, aunque no aplaudiera la situación, «comprendía a mi padre». Esta anécdota la cuenta Benito Rabal en su libro de memorias ‘Gracias por mi vida’ (La Esfera de los Libros), un libro amenísimo, divertido, desprejuiciado, revelador de lo que fue una familia de cómicos como tal vez no haya habido otra en la historia del teatro y del cine españoles, y repleto de confidencias y confesiones que nos dejan sin aliento. 

El amor de Paco y Asunción fue, a su manera, verdaderamente conmovedor, y no podemos sino estremecernos cuando Benito cuenta al final del libro que, tras la muerte de su padre (en un avión, volviendo de Canadá, tras haber ganado el Premio al Mejor Actor en el Festival de Montreal por su papel en ‘Goya en Burdeos’, de Carlos Saura), Asunción estaba abrazada al féretro, desconsolada y ausente de todos, mientras sólo pronunciaba, regularmente, como una letanía, dos únicas palabras: «¡Amor mío, amor mío!».

Don Dámaso le dijo que lo fuera a ver y quedó cautivado por la simpatía del muchacho, Paco Rabal, que aún no había cumplido los 15 años

Benito Rabal nos habla naturalmente en estas memorias de su vida, pero parece sólo un pretexto para contar la de sus padres, la de su familia, la de un clan en el que su abuelo, el padre de Paco, era la figura estelar. Hasta su bisabuela, la Madre María, tiene una importancia capital en la historia de su familia, pues no tardó en entablar cierta amistad en el barrio con algunos de sus vecinos más ilustres, entre ellos, y de una forma especial, con Dámaso Alonso. A éste le hizo gracia el desparpajo de aquella buena y desacomplejada señora, «vestida de luto, que cubría la larga cabellera canosa recogida en un moño con un pañuelo, negro también», que un día tomando café en su casa le habló de su nieto, de Paco, que «también escribe poesías». Don Dámaso le dijo que lo fuera a ver y quedó cautivado por la simpatía del muchacho, que aún no había cumplido los 15 años. Le prestó libros (advirtiéndole de que no los manchara de aceite, «que los pobres siempre lo mancháis todo de aceite») para mejorar su formación, y comenzó entre ambos, maestro y discípulo, «una relación de cariño y respeto».

Paco Rabal y Asunción Balaguer. Benito les da las gracias a los dos.
Paco Rabal y Asunción Balaguer. Benito les da las gracias a los dos.
Archivo familiar Rabal/Balaguer.

Y así, cuando Paco Rabal decidió que quería ser actor, la primera persona a la que acudió para pedirle consejo fue a don Dámaso, quien, decidido a ayudarle, le entregó una carta de recomendación para Luis Escobar solicitándole que le hiciera una prueba en el Teatro María Guerrero. Ésta fue satisfactoria y Rabal comenzó a trabajar al lado, nada menos, que de Elvira Quintillá, José María Rodero y Antonio Ferrandis. Luego Escobar lo recomendaría a José Tamayo, que necesitaba actores jóvenes para la Compañía Lope de Vega, y ahí despegó la carrera de actor de Paco Rabal. Todo gracias al palique que su abuela le daba a Dámaso Alonso.

Benito Rabal nos habla naturalmente en estas memorias de su vida, pero parece sólo un pretexto para contar la de sus padres, la de su familia, la de un clan en el que su abuelo, el padre de Paco, era la figura estelar

En ‘Gracias por mi vida’ uno aprende y se divierte mucho. Aprende, por ejemplo, que su tío Damián Rabal, el hermano mayor de Paco, conocido representante de artistas de cine, teatro y espectáculos, se emparejó con su tía Conchita, que era hija del periodista Javier Bueno, fusilado en 1939, y nieta de José Nakens, el director de ‘El Motín’ y supuesto encubridor de Mateo Morral; o que su madre, Asunción Balaguer, cuando debutó haciendo de casquivana en ‘La discreta enamorada’ de Lope de Vega lo hizo vestida con un traje de su tatarabuela, porque en aquellos años «los actores tenían que procurarse su propia indumentaria».

Y se divierte, y son sólo dos muestras entre muchas, cuando lee que Javier Bueno, tras ser condenado después de los sucesos de Asturias a cadena perpetua y a pagar una multa de 70 millones de pesetas de las de entonces, pidió la palabra ante el tribunal para decir con gracejo suicida: «¿Lo quieren al contado o a plazos?»; o al conocer que, siendo niño, Benito Rabal se enamoró de Laura, en ese momento Laurita, Valenzuela, y que cuando la veía acompañada de su novio, el famoso productor José Luis Dibildos, se abalanzaba sobre éste, «hecho una furia, a darle patadas en las espinillas». Las confesiones, algunas durísimas, se las dejo para cuando lean el libro.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión