Cristina Grande: "Se me hizo muy larga la infancia"
Lanaja, Huesca, 1962. Escritora. Pasó su infancia en Haro (La Rioja). Licenciada en Filología Inglesa. Autora de 'La novia parapente', 'Dirección noche', y 'Tejidos y novedades'. Premio Nuevo Talento Fnac por 'Naturaleza infiel'. 'Nieblas altas' reúne algunas de sus columnas en HERALDO.
¿Recuerda su infancia como una época feliz?Feliz a ratos, aunque no tengo muchos recuerdos de la infancia, que se me hizo muy larga.
¿Qué le hizo reír por primera vez?Mi tía Amanda, la hermana pequeña de mi madre, pasaba muchas temporadas en mi casa. Me hacía reír sin parar cuando imitaba el glugluteo de un pavo. Aun ahora le digo de vez en cuando que haga el ‘glugluglú’ y siempre me hace reír.
¿Qué le hizo llorar?Era muy llorona. Lloraba por cualquier cosa. Me decían que era demasiado sensible. Recuerdo la llorera que me pegué cuando anunciaron por la radio la muerte de Nino Bravo.
¿Qué era en el patio del colegio?Era una del montón. Más bien la torpe en cuanto a juegos y deportes. Cuando jugábamos al balón prisionero me dejaba matar la primera para poder retirarme al fondo como observadora.
¿Se sentía rara, especial, diferente?Creo que era una niña bastante normal, que no daba problemas (más allá de mis lloreras), sacaba buenas notas y nunca estuvo enferma.
¿Recibió algún castigo que le dejara huella?Mi madre, una vez, viendo lo desordenado que tenía mi armario, tiró toda la ropa al suelo y luego tuve que plegarla y recogerla. Sigo siendo bastante desordenada.
¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?Me gustaba jugar con mi hermano a las canicas en el pasillo de casa. También me gustaba buscar palabras en el diccionario cuando mi padre jugaba al Intelect con sus primos de Bilbao. Yo hacía de árbitro y tenía que imponer la paz, pues aunque ellos eran muy mayores se enfadaban muchísimo e intentaban hacer trampas.
¿Tenía algún complejo que le amargara?La miopía la estuve ocultando mucho tiempo, hasta que ya no veía la pizarra ni desde la primera fila.
¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba del lugar -ciudad o pueblo- en el que vivía?De Haro lo que más me gustaba era salir con mis amigas al parque, e ir al cine todos los sábados. De Lanaja me gustaba escuchar música en el estudio de mi primo Alfredo y salir en el tractor cuando se cosechaba el cereal. Lo que menos me gustaba era el control social.
¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?Me habría gustado aprender a tocar el piano.
¿Tenía mucha conciencia política?Ninguna. Mi hermana mayor sí la tenía, pero a mí todo aquello me entraba por un oído y me salía por otro.
¿Qué imagen tenía de Francisco Franco?Una imagen confusa. No tenía muy claro que fuese el monstruo que decía mi hermana ni que fuese el santo que decían algunas monjas de mi colegio.
¿Era religiosa?En algún momento lo fui. Mi lectura favorita a los cinco o seis años era la Biblia ilustrada para niños. Pero mi naturaleza escéptica se desarrolló muy pronto. Cuando hice la primera comunión ya había perdido la fe.
¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la sensación de mala conciencia?El sentido del pecado y la mala conciencia entraron en vida muy tarde, casi de vieja ya. Y reconozco que era más feliz cuando no conocía tales conceptos.
¿Qué obsesión, fobia o filia forjó claramente en esos años?Miedo a las alturas. Me costaba muchísimo subirme a un columpio, a un tobogán, y aún más a un trampolín.
¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?Bastante. Siempre intentaba no dar que hablar. Sabía que mi libertad aumentaba pasando desapercibida.
¿Cuál fue su primer contacto con la muerte? ¿Pensaba a menudo en ella? ¿Le angustiaba o le provocaba algún tipo de tormento?La muerte de mi abuelo y la muerte de Nino Bravo, próximas en el tiempo. Después me gustaba hacerme la muerta encima de la cama y mi hermana se enfadaba conmigo.
¿Cómo ganó su primer dinero?Vendiendo al trapero los cartones que salían de los pedidos de la farmacia de mis padres, y tocando la guitarra y cantando en las bodas con algunas compañeras del colegio.
¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?Íbamos a coger moras junto a las vías del ferrocarril. Una de esas veces pasó a nuestro lado un Electrotren a gran velocidad, casi rozándonos, y me estremezco cada vez que lo recuerdo.
¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?Gary Cooper en ‘Por quién doblan las campanas’
¿Y la primera persona que, en la vida real, le provocó una emoción inolvidable?Era muy enamoradiza. Siempre eran amores imposibles. Durante un tiempo estuve enamoriscada de Luis de la Fuente, que era un año mayor que yo y me ignoraba. Enseguida se fue a Bilbao fichado por el Athletic y ya no lo volví a ver.
¿Cuál fue la primera canción que memorizó?Un villancico: ‘El buen rabadán’. Cada uno teníamos nuestra estrofa en solitario y luego el estribillo a coro entre los cinco.
¿Qué libros o películas le deslumbraron?Son tantos que no sabría decir. Me encantaban los libros de arte y los de botánica, y los de Astérix, y los cuentos de Andersen, y las películas de los Hermanos Marx.
¿Había alguna persona que conociera -que no fuera de su familia- a la que admirara de un modo especial?Un amigo de mis padres, que era maestro y escritor, me tenía fascinada.
De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?La generosidad de ambos. Y que los buenos momentos siempre son los compartidos.
¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?Nunca lo pensé.
¿Hay algún defecto o debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?La inconstancia.
Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?A una Nochebuena en la que mi padre compró un kilo de angulas.
