música/literatura

Nacho Vegas: "Un día en Zaragoza supe lo que quería ser en la vida: Sergio Algora"

El cantautor asturiano comparte un texto en el que recuerda su relación con el poeta y cantante zaragozano, quien este sábado recibió un homenaje en el centro Etopia.

El artista zaragozano Sergio Algora, pura luz.
El artista zaragozano Sergio Algora, pura luz.
Heraldo.es

Algunos transitamos caminos escarpados que van de las canciones a la poesía, y de esta a aquellas, y no sabemos muy bien cómo ocurren las cosas. Yo me atrevo a conjeturar que Sergio Algora era de una clase mucho más difícil de encontrar: un poeta que encontró en el pop otra manera de proyectar su universo único e inimitable. No sé si el orden es importante, pero creo que Algora era en primer lugar (y en el segundo, y en el último) un poeta; de hecho lo era también cuando no escribía poesía.

Reconozco que me siento absurdamente orgulloso por haber empezado a leer a Algora desde su primer poemario, 'Envolver en humo'. Fue en 1995; yo estaba fascinadísimo con el primer álbum de El Niño Gusano, Circo Luso, y recuerdo pensar que el tío que escribía esas letras tan alucinantes debía de escribir también poesía, o literatura en cualquiera de sus formas. Después mi memoria se vuelve elíptica porque solo sé que, aferrado a esa posibilidad, conseguí descubrir que Algora había publicado el año anterior aquel libro y me hice con él, aunque no recuerdo en qué librería lo compré (¿Paradiso, en Xixón?) ni si hubo alguien que me pusiera tras la pista (¿tal vez Cova de Nosoträsh?). Lo que no olvido es el entusiasmo con el que lo leí, descubriendo en aquellas páginas una voz diferente a la del cantante de El Niño Gusano, y al mismo tiempo una magia similar; podría tratarse de dos heterónimos de un mismo escritor.

En aquella época yo tocaba la guitarra con Manta Ray y tuvimos la suerte de coincidir en varias ocasiones con el grupo maño, al que todos admirábamos y con el que acabamos entablando una buena amistad. Poco después de leer 'Envolver en humo' nos vimos con ellos en Zaragoza y yo había ensayado lo que le iba a decir a Algora, con quien hasta entonces solo había cruzado unas pocas frases. Por aquel entonces era muy tímido, así que tuve que armarme de valor y, en un momento en el que caminábamos en dirección a algún bar, le dije: "Sergio, acabo de leer Envolver en humo y me ha gustado mucho". Él me miró sonriente y un poco sorprendido. Para demostrarle que realmente había leído el libro, había escogido uno de mis poemas favoritos, 'Adhesivo', y tenía la intención de citar alguno de sus versos: el inicial ("Me asusta que se conserve mi costado falso"), el final ("Yo seré todo lo que de mí quiero que muera") o un par de versos centrales ("sigo falsificando mis cuadros / en una inevitable pornografía de mí mismo"). Lo que pretendía, estúpido de mí, era llamar su atención, que supiera que a mí también me interesaba la poesía, que yo era guay. Pero me quedé en blanco, y cuando quise citarle su poema solo acerté a murmurar: "...dices algo de tus... cuadros... falsa pornogra..." Algora me interrumpió amablemente y se puso a recitar el poema de principio a fin. Más que recitar, era como si jugara a declamarlo. Yo le dije: "Hostia... ¡Te lo sabes de memoria!" "Me sé de memoria todo el libro", dijo, para seguidamente recitar otro, esta vez acompañando algunos versos con reverencias o ligeros pasos de baile: ¡estaba interpretando sus poemas! (y es que Algora, como diría Andrés Perruca, ¿fue alguna vez otra cosa que un poeta?). 

Así que, lejos de llamar yo su atención, lo que ocurrió es que Algora consiguió admirarme más de lo que ya lo hacía. En ese momento yo ya escribía poemas y canciones pero eran mayormente el horror y el pavor. Tenía 20 o 21 años y estaba, como se suele decir, buscando aún mi propia voz y todavía pasarían un par de años antes de que empezara a escribir alguna de las canciones que luego publicaría bajo mi nombre. Pero después de aquel episodio en alguna calle de Zaragoza, por primera vez supe lo que quería ser en la vida: Sergio Algora.

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