Hechicera flamenca
Quienes ya conocíamos a Rocío Márquez y el año pasado quedamos impactados por ‘Tercer cielo’, rompedor álbum de flamenco electrónico en alianza con el productor jerezano Bronquio, acudimos el jueves al Jardín de Invierno avisados de que íbamos a presenciar algo grande. Pues bien, aun así, quedamos sobrecogidos en un trance de arrebatadora belleza, sumidos en algo así como un tabardillo propio del síndrome de Stendhal; imaginen entonces el deslumbramiento que sintieron (así nos lo confesó más de uno) quienes veían por primera vez en acción a esta formidable cantaora onubense.
Al igual que ocurrió en su día con el ‘Omega’ de Morente con Lagartija Nick, ‘Tercer cielo’ es un proyecto que trasciende más allá de las fronteras del flamenco; combinando lo experimental y lo popular, las raíces y los beats electrónicos, ortodoxia y vanguardia, Rocío y Bronquio consiguen llevar el género a otra dimensión, explorando nuevas vías sonoras sin perder el rigor ni las esencias.
La Márquez no solo posee una voz que es un prodigio de sensibilidad, emoción y recursos infinitos, además se adueña del escenario con una presencia magnética, mezcla de sacerdotisa y hechicera, cantando de rodillas o subiéndose sobre la mesa de cacharros electrónicos de su compinche, entrando y saliendo de escena bajo una iluminación que potencia su embrujo. A su alrededor, Bronquio construye un denso entramado tecnológico que por momentos deja sin aliento y nunca pierde el compás: nobleza jerezana obliga.
Canta Rocío que “el duende exprime limones” y a nosotros nos exprimió los corazones a golpe de verdiales, seguiriya, garrotín, debla, tangos, rumba o bulerías, vistas todas desde una perspectiva del siglo XXI: ‘De mí’, ‘Un ala rota’, ‘Droga cara’, ‘Prefiero la muerte’, ‘Agua’, ‘Mercancía’. Arte con mayúsculas, vaya; revulsivo, innovador, catártico, telúrico, rozando lo sublime.
