Por
  • Gonzalo de la Figuera

El momentazo ‘Flaca’ y otras historias

Concierto de Andrés Calamaro en el Vive Latino 2023 de Zaragoza.
Público siguiendo el concierto de Andrés Calamaro en el Vive Latino 2023 de Zaragoza.
Toni Galán

Partiendo de la convicción personal de que los festivales masivos no suelen ser terreno propicio para disfrutar plenamente de la música con mayúsculas (por muy diversos factores: incomodidades para el avituallamiento y los servicios, excesiva abundancia de oferta con tendencia generalista para rentabilizar el asunto, que se convierte más en evento social), la primera jornada del Vive Latino dejó unos cuantos buenos momentos –en lo estrictamente musical–, además de la constatación de una organización impecable y la sorpresa final del anuncio del concierto de Bunbury en La Romareda el próximo mes de julio. Así que a continuación trataremos de contarles nuestras subjetivas impresiones de lo allí vivido desde que arribamos a territorio Expo, ya a la caída de la tarde.

Y nada mejor para empezar que ser recibidos en el escenario Embou –el más pequeño– por Tachenko, esa banda zaragozana que sigue empeñada en facturar deliciosas gemas pop, como una rutilante ‘El tiempo en los Urales’ que de inmediato nos puso en predisposición positiva para afrontar la larga velada que había por delante. Piezas como ‘Rápido’, ‘Más madera’, ‘Escapatoria’, ‘Dame una pista’ o ‘Suerte y relámpago’ nos dieron la fuerza sexy para burlarnos de las órdenes y comenzar con buen pie la velada.

De ahí llegamos al escenario principal a tiempo de ver la recta final de la actuación de Juanes, quien ofreció un sonido contundente el que se mezclan la cumbia de su tierra y el rock; lo hizo de forma muy solvente para sus adeptos, sin duda, pero lo suyo es un ‘mainstream’ que se halla a años luz, a nivel creativo, de lo que hacen paisanos suyos como Chocquib Town, Bomba Estéreo, Systema Solar o Aterciopelados, por citar ejemplos de música colombiana con raíces y futuro.

Mucho más estimulante resultó la presencia de Lila Downs, la gran dama de la música mexicana contemporánea, cuya estupenda voz de sangre mixteca nos emborrachó con un ‘Último trago’ de mezcal aderezado por un exuberante mariachi y nos puso en danza con la ‘Cumbia del mole’ antes de despedirse con ‘Cariñito’, acompañada por el cantante de Panteón Rococó. De nuevo en el escenario principal, el plato fuerte de la noche, un Andrés Calamaro que, como es sabido, anda sobrado de carisma y de canciones impepinables.

Comenzando por ‘Alta suciedad’, y siguiendo con ‘Verdades afiladas’, ‘La parte de adelante’, ‘Te quiero igual’, ‘Dulce condena’ o ‘Sin documentos, hasta llegar al momentazo de la noche con la aparición de Kase.O para marcarse unas rimas al ritmo de ‘Flaca’.

El argentino remató la faena con ‘Paloma’, a la que añadió la coda del ‘Layla’ de Derek & The Dominos, y ‘Los chicos’, además de brindar unos pases toreros capote en mano. La media verónica de Calamaro alternó momentos excelentes –con el pedazo de banda que lleva no cabe esperar otra cosa– con otros algo más planos, pero en conjunto al menos mereció una oreja. Aún nos quedó tiempo para ver a Los Santos Inocentes (la exbanda bunburiana), que apuntaron detalles atractivos a falta de definir con mayor nitidez su propuesta, y para fruncir el ceño con Viva Suecia, banda murciana elevada a la primera división del indie nacional, cuando lo suyo no pasa de ser un mediocre reciclaje de U2, Simple Minds y similares ochenteros.

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