Neill Blomkamp sorprendió con ‘District 9’, sugerente película de ciencia ficción con potente simbolismo político, marco en el que continuó con ‘Elysium’ (2013), más ambiciosa y de carga sociopolítica atrayente pero también menos redonda. La robótica ‘Chappie’ (2015) desprendía interés aunque ya bajó las expectativas en torno a su figura. Años después, la floja obra de terror ‘Demonic’ (2021) señaló que la trayectoria del director sudafricano había entrado en un desconcertante punto. ‘Gran Turismo’ abre otra fase y supone un trabajo puramente de encargo que Blomkamp resuelve bien y con solvencia. La propuesta, encaminada a abrillantar el carácter icónico de la saga de videojuegos desarrollada por Polyphony Digital para PlayStation, depara una entretenida inmersión en el mundo de las carreras automovilísticas sin que importune que su circuito narrativo concentre y module todas las convenciones de este tipo de relatos.

El filme lleva al cine la historia del galés Jann Mardenborough, joven ‘gamer’ con miles de horas en el popular simulador que consiguió saltar a la competición real y hacerse un hueco como piloto profesional. La oportunidad soñada que parecía imposible da paso a la habitual evolución de la mano del esfuerzo y la superación, proceso con paradas expositivas en el reto de la academia de Nissan, en el de obtener la licencia de la FIA y en el de reponerse del trauma y de las complicaciones para despuntar y consolidarse.

Más allá de las vistosas secuencias con los coches en pista, en las que no faltan los detalles alusivos a cómo el videojuego define la perspectiva en carrera del protagonista, lo mejor está en el personaje del ingeniero jefe que guía a Mardenborough y en el vínculo entre ambos. La actuación de David Harbour remite a la de los secundarios destacados que potencian el atractivo de un largometraje en cada una de sus intervenciones. Del reparto llama asimismo la atención el papel de Orlando Bloom.