Por
  • Enrique Abenia

Los Lambert en el más allá

Ty Simpkins, en 'Insidious. La puerta roja', quinta entrega de la saga
Ty Simpkins, en 'Insidious. La puerta roja', quinta entrega de la saga
Screen Gems

Aunque con el tiempo ha perdido consideración, ‘Insidious’ (2010) fue una de las películas de terror clave de la pasada década y junto con ‘Expediente Warren’ reflejó la importante contribución de James Wan al género. ‘Insidious. La puerta roja’, la quinta entrega, retoma la situación de la familia Lambert, protagonista del ‘díptico’ original, tras dos secuelas (la precuela y su continuación) que fijaron la narrativa en torno a la parapsicóloga que los ayudó. 

El filme cierra el círculo con un doble significado: el de que Patrick Wilson, en un movimiento similar al que hizo Leigh Whannell en el capítulo 3, vuelva a su papel encargándose además de la dirección y el de que Ty Simpkins, ya veinteañero, encarne de nuevo al hijo que de niño se quedó en coma por la acción del demonio parásito. Wilson da prioridad a las heridas emocionales y despliega una menor carga de horror, tratamiento que corre riesgo de saber a poco pero que, si se conoce el contexto, posee interés porque completa la historia.

El enfoque tiene el atractivo del perfil más modesto y de lo que evocan la capacidad convertida en maldición (los viajes astrales al más allá) y la modulación de la cuestión del trauma. Aquí viene definida por el hecho de que el padre y el hijo no recuerdan lo sucedido (se sometieron a hipnosis para olvidar) pero sufren sus efectos en forma de distancia, dolor y confusión.  

'insidious: la puerta roja' ***
DirectorPatrick Wilson
GuiónScott Teems
Intérpretes:Ty Simpkins, Patrick Wilson, Sinclair Daniel, Hiam Abbass y Rose Byrne.

En medio del drama y de la búsqueda de respuestas, el terror aparece primero, acertadamente, de manera contenida. Sin embargo, los sustos posteriores no sobresaltan como antaño, y eso que en la articulación se detecta el estilo de la saga y que hay momentos con buenas ideas (el escáner, el ‘memory’). Frente a esta falta de fuerza y a una exposición en la que asoma lo pesado, uno se queda con los aspectos canalizados y con lo que transmite el trabajo de Wilson en términos de compromiso con un relato que acaba y con sus personajes.

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