Tom Cruise y lo impecable
Tom Cruise transmite su fuerte empeño en que las películas que protagoniza constituyan, ante todo, un espectáculo cinematográfico, una experiencia. Lo ratificó con la notable y emocionante ‘Top Gun. Maverick’, el mayor éxito comercial de su carrera, y siempre lo ha simbolizado en el espíritu que guía cada entrega de ‘Misión imposible’, su franquicia insignia desde hace 27 años. ‘Misión imposible. Sentencia mortal (parte 1)’, la apertura del desenlace, depara un entretenimiento de primer orden. Trepidante, nunca se detiene y resulta modélica, impecable. Tanto por la sugerente esencia clásica que desprende (manifestada por ejemplo en que la historia gire en torno a los intereses cruzados en hacerse con una preciadísima llave) como por su depurado tratamiento. Y también porque constata de nuevo que la saga sabe avanzar manteniendo su atractivo, reforzado en esta etapa con Christopher McQuarrie a los mandos, director que junto a la estrella forma un tándem idóneo.
Este filme, el séptimo en orden cronológico pero de los mejores del imaginario, acierta de pleno por su idea de colocar en la cúspide de la villanía a una Inteligencia Artificial omnipotente que opera según sus propios designios. Un planteamiento que modula el elemento recurrente del arma definitiva y que en los tiempos actuales evoca una dimensión aterradora. Frente al uso que le daría cualquier gobierno si lograra controlarla, la intención que mueve a Ethan Hunt recuerda su condición de agente fantasma y su moral, expresada además en lo que le importa su equipo.
La propuesta, con un sugestivo punto de complejidad, ofrece momentos de tensión, buenos diálogos, personajes a la par y, por supuesto, unas imponentes secuencias de acción. Un marco de despliegue en el que incluso cabe el autohomenaje (el techo del tren…). De la misma manera, Cruise se permite un guiño de humor de carga autoconsciente sobre la increíble capacidad de Hunt.
