Vaya por delante un encendido elogio para ese puñado de promotores locales que se atreven a programar a artistas poco conocidos que escapan de los radares mediáticos de amplio alcance; en este caso concreto, las animosas chicas de Área Zaragoza, cuyo ciclo De la Raíz ofrece a menudo propuestas tan estimulantes como minoritarias que merecen mucha más atención. Como el sevillano Antónimo, que el viernes deslumbró en la Rotonda de Delicias con un magnífico concierto: todo un gozoso descubrimiento.

Antonio Ríos, Antónimo, presentó su reciente segundo álbum, ‘La psicodelia de la Virgen del Patrocinio’, convenciendo a propios y extraños de que estamos ante un cantautor singular, que aun bebiendo de fuentes sobradamente conocidas sabe imprimir un sello altamente personal. Su música conecta directamente con la escuela del rock sevillano, con Kiko Veneno y Pata Negra, con Silvio y Mártires del Compás; es decir, raíces flamencas empapadas de blues y jazz, copla y swing, toques cubanos, atractivos textos con un punto de lisergia alucinada, salpicados de potentes imágenes y lirismo callejero (“cuando sopla fuerte el viento y se te enciende el lunar”, “desnúdate, déjate sólo la peineta”).

Hay que decir además que sus canciones cobran mayor vida y adquieren más vuelo en vivo que en disco, enriquecidas por el espléndido trabajo de su banda, muy bien ensamblada, flexible y detallista. Y Antónimo canta con mucha intención, a veces desgarrado, otras susurrante, entre Zenet y Albert Pla, por dar alguna pista. Aun con algunos altibajos en el ritmo interno de su actuación, piezas como ‘Várgame dio’, ‘Indio salvaje’, ‘Rojo’, ‘Camino de la Alameda’, ‘Labios de flú’, ‘Gitanillo las 3.000’, ‘Luxine’ o la que da título a su último álbum confirmaron que Antónimo es una de las revelaciones de la temporada, capaz de darle una vuelta de tuerca al rock andaluz.