Mirtha Orallo: "Era una rebelde sin causa"

Periodista y docente, estudió Comunicación Audiovisual y Sociología. Es presentadora de informativos en Aragón TV desde su creación en 2006.

Mirtha Orallo
Mirtha Orallo
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¿Recuerda su infancia como una época feliz?¡Totalmente! Viajes, bicicletas, piscinas, acampadas, juegos y muchos descubrimientos gracias a una familia maravillosa; y alguna travesura también.

¿Qué le hizo reír por primera vez? 
Por las fotos y recuerdos familiares, debió de ser la llegada de mi hermano a casa. Me senté en el suelo para que me dejaran cogerlo porque así no podía caerse. Tenía dos años.

¿Qué le hizo llorar?¡Muchas cosas! Siempre he sido bastante llorona, un amigo incluso me llama ‘Camelias’.

¿Qué era en el patio del colegio?Depende del día, ¡había que adaptarse! Bastante chicazo y un poco empollona, con los cambios de ciudad también era ‘la nueva’ del colegio.

¿Se sentía rara, especial?Casi siempre. Pero ¿qué es normal? Creo que todos nos sentimos especiales, los mejores, y hasta más guapos e inteligentes de lo que somos.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?Sí, claro, pero todos merecidos.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?Leer, viajar y la montaña.

¿Tenía algún complejo que le amargara?Absolutamente todos. Orejas de soplillo, bajita, con gafas y aparato en los dientes, mejor no sigo ¡jajaja!

¿Cuál fue la calle de su infancia?En Toreno, la Villa Gaztelumendi y la finca del Campón. Son las casas de mis abuelas en el pueblo, que se convertían en el patio de recreo de una auténtica jauría de primos en vacaciones.

¿Qué es lo que más le gustaba del lugar en el que vivía?Me moví bastante. Mis padres eran profesores, incluso residí en Melilla a finales de los 80. Conocer lugares nuevos me dio una perspectiva que todavía agradezco de forma infinita.

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?Muchos bonitos, como mi primer rapel con 15 años y mis amigos del instituto, que siguen siéndolo; pero también algunos terribles por muertes de amigos en la montaña y buceando.

¿Tenía mucha conciencia política?Ninguna, pero sí me educaron en la libertad, la igualdad y la independencia.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?Una abuela tenía su foto en el salón junto a las de los nietos, una entelequia para mis ojos infantiles.

¿Era religiosa?No, me convencieron en catequesis y por eso hice la comunión, aunque mis padres me dejaban elegir y no tuve una fiesta.

¿Qué obsesión forjó en esos años?Compaginar el ser aceptada y, a la vez, sentirme diferente.

¿Vivió algún episodio que retrate el clima moral de la época?Un exhibicionista en el barrio y años después un monitor de natación acosador, me cuesta reconocerlo aquí, pero en ese momento no, ni a mi familia tampoco, que me apoyó para denunciarlo y que no se repitiera.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?Mucho, sigue influyendo. Vivimos en el mundo del qué dirán con las redes sociales, y con la exposición que supone mi trabajo ni te cuento.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?La muerte de mis abuelos.

¿Cómo ganó su primer dinero?Como socorrista en la piscina de mi pueblo

¿Hizo alguna locura que le guste recordar?No son locuras, los considero retos que liberan. ‘Puenting’, escalada, buceo, barrancos, aguas bravas, tirarme en paracaídas…, en realidad son sensaciones fuertes que disfruto a nivel físico y psíquico.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?David Bowie en ‘Laberinto’, una de las primeras que vi en el cine. También me disfracé de Charlot con 8 años. Luego, en la edad del pavo, envidiaba el glamur de Audrey Hepburn.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?"Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1.000", ¡sin saber lo que decíamos, claro! Llegar a casa cantando aquello resultaba muy cómico.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?Los libros de la colección Barco de Vapor, que lee ahora mi sobrina, ‘1984’, ‘Las Edades de Lulú’ o Bukowski abrieron mi mente adolescente. El cine de los 80 -‘La Princesa Prometida’ o ‘Los Goonies- era genial y, en plan serio, ‘Breaking the waves’.

¿Había alguna persona que conociera -que no fuera de su familia- a la que admirara de un modo especial? 
Mi profesor de Literatura del instituto. Era calvo, bajo y gordito, pero sabía un mundo.

¿Qué personalidad nacional o internacional fue para usted una referencia poderosa?No me gustan los mitos, ni el fenómeno fan para nada, no lo entiendo.

¿Quiénes fueron sus grandes amistades? 
Siguen siéndolo, del colegio, el instituto, la universidad, el Erasmus en Bélgica. Soy muy leal, y ellas conmigo.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?"Estudia y trabaja para ser independiente", ¡menos mal! Y, de paso, que fuera yo misma y buena persona, con todo lo que significa.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?En ninguno, ¡sigo equivocada fijo!

¿Por qué estudió Comunicación Audiovisual?Quería estudiar cine y eso era lo más parecido que había. Amenábar había estrenado ‘Tesis’ y dirigir una película parecía menos imposible.

¿Hay algún defecto o debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?Mi 1,58 de estatura… y tampoco he superado las inseguridades ni mi impaciencia.

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?Recuerdo con mucha alegría ser madrina, el título de socorrista, acabar la selectividad o aprobar el carné de conducir. Las tristezas mejor no recordarlas demasiado.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?A cualquiera en el que no les tocara mucho las narices a mis padres de adolescente. Era una rebelde sin causa. Papá y mamá: os pido perdón desde aquí por la tabarra que di aquellos años.

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