Lo mejor que se puede decir de una adaptación es que conserva lo esencial de la obra original. 

Sin embargo, el trabajo de Cándido Pazó con la novela ‘La Tribuna’ de Emilia Pardo Bazán se sitúa en el terreno de la relectura. Frente al objetivo original de observar a las mujeres obreras desde un punto de vista costumbrista y moral para ver cómo se comportan, se opta por subrayar la conciencia y el activismo político de la mujer en la reivindicación laboral y en la paridad social de la honra, para que la peripecia muestre las profundas divergencias que mantuvieron monárquicos y republicanos entre 1867 y 1873. La dramaturgia afronta este reto con tres estrategias fundamentales.

La primera se sustenta en el notable trabajo de Susana Dans para que la autora de la novela sea el demiurgo que nos pone al corriente de un sinfín de acontecimientos imprescindibles para entender la trama. La segunda es el sueño de una metamorfosis. La protagonista aspira a dejar la vida asfixiante de los trabajadores pobres para ingresar en el elegante mundo de la burguesía gracias a una fascinación amorosa.

En ambos casos, el discurso es el método principal para contar hechos y decir diálogos que suceden fueran de escena y, así, el exceso de retórica, aunque tenga dosis de ironía y esté bien ejecutada en el escenario, termina por desfigurar la función propia del teatro que consiste en convertir la literatura en acción representada. Afortunadamente la musculatura teatral se consigue en la fábrica de tabaco mediante un elaborado retrato individual y colectivo de las mujeres trabajadoras, sus relaciones personales y la reflexión política. Por ahí alza el vuelo la función, gracias al buen tono de un trabajo actoral en el que destacan Tamara Canosa en el papel de Amparo e Isabel Naveira como la Comadreja.