‘Cliff Walkers’: Zhang Yimou y los espías

Antes de ver el último estreno de Zhang Yimou, repasé sus películas y el vistazo me sirvió para recordar su estupenda filmografía y recuperar aquellos filmes con los que se hizo un hueco enorme entre los cinéfilos occidentales. Yimou, ya desde finales de los ochenta, firmó títulos inolvidables como ‘Sorgo rojo’, ‘Semilla de crisantemo’, ‘La linterna roja’ o ‘¡Vivir!’. Solo por estos dramas, en los que recorría tradiciones y leyendas y en los que la mujer, siempre sumisa y sometida, era el eje central, el cineasta chino se merece seguir figurando como uno de los grandes del séptimo arte. Y merece, asimismo, que se le perdonen algunos errores cinematográficos que ha cometido en los últimos años.

‘Cliff Walkers’, su más reciente estreno, tiene, por un lado, ecos del mejor Zhang Yimou y, por otro, del más caótico, del más desordenado. Estructurada en torno a diversos conceptos para guiar al espectador, la película se sitúa en los años treinta, cuando Japón invadió China, y narra la aventura de dos parejas de espías de vuelven tras ser entrenados como tales en Rusia. Parece fácil este punto de partida, pero no lo es en absoluto, porque el cineasta nos somete de principio a fin a un desarrollo narrativo abrumador, en el que nunca se sabe quién es quién y de qué lado está cada uno. Se produce tal paradoja que te interesa y te atrapa lo que estás viendo, aunque no sepas descifrar qué es, porque la historia te resulta incomprensible y la cámara parece más interesada en conseguir estupendas y muy efectivas imágenes, en lugar de ayudar a entender lo que pasa.

Pero, de repente, reaparece el Yimou prodigioso y pone orden. Todo, entonces, cobra sentido y se ve el difícil, y enrevesado, ejercicio cinematográfico del realizador. Un ejercicio que recoge también el brillante trabajo de sus dos actrices protagonistas, que saca a la luz el potencial del relato y muestra sus emociones y sentimientos.