Uno de los autores más perturbadores, además de maldito, del cine europeo fue el alemán Rainer W. Fassbinder, que falleció en 1982 casi al mismo tiempo que se estrenaba ‘Querelle’. Diez años antes había dirigido una de sus obras más impactantes, ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’. En ella, la homosexualidad y, más allá de esta, la dependencia amorosa que lleva a la locura estaba presente a través de la historia de una diseñadora de moda que cae perdidamente enamorada de una joven de clase baja.

Aquel texto, ahora en una adaptación libre, ha sido recuperado por el director y guionista francés François Ozon en un filme que mantiene el espíritu de Fassbinder y todo lo que el multidisciplinar creador quiso transmitir. Que fue, y es ahora, una nueva inmersión en el universo de la pasión ciega, aquella que tan dada es a provocar el declive personal, sentimental y profesional del que es consumido por el deseo. Lo que sí ha cambiado Ozon ha sido a su personaje principal, abandonando el papel de la mujer que ideó Fassbinder por el de un hombre, un director de cine. En lo demás, prácticamente la fidelidad al texto y al guión del realizador alemán es casi absoluta: una obsesión amorosa que devora, todo en un único escenario y con escasos personajes, entre ellos, además de los dos protagonistas, algunos más, como el amante-mayordomo que nunca habla o la actriz en decadencia.

Hay en la variada filmografía de François Ozon tres películas que me gustaron mucho y que son muy diferentes entre sí, como suele ser habitual en el cineasta francés: ‘En la casa’, ‘Frantz’ y ‘Gracias a Dios’. Creo que ‘Peter von Kant’ es, posiblemente, una de las más interesantes y complejas siempre y cuando se vaya a verla con referencias y ganas de asistir a los encuentros y desencuentros, crueles a veces, deprimentes y amargos, de sus protagonistas, a sus soliloquios y a la espesa sensación de decadencia que todo lo rodea.