vive latino

Diablitos, calaveras y empentones acrobáticos en un debut de ensueño

Las patadas voladoras de los luchadores mexicanos y la decoración por todo el recinto Ranillas animaron una tarde a la que también quiso sumarse un sol abrasador.

Lucha mexicana en el Vive Latino Zaragoza 2022
Lucha mexicana en el Vive Latino Zaragoza 2022
Toni Galán

Al margen de muy notable cartel de artistas, otro de los encantos del Vive Latino es toda la ‘parafernalia’ que rodea a un festival que lleva celebrándose casi dos décadas al otro lado del Atlántico. Ayer, a orillas del Ebro, se rescataron muchas de aquellas esencias en un recinto de Ranillas que lució como pocas veces después de 2008.

Hasta la prensa extranjera –había medios mexicanos, colombianos y chilenos acreditados– se confesaba «enamorada» del recinto de la Expo y –eso sí– abogaban que para ediciones venideras se pudiera introducir patines porque fueron muchos los pasos dados (son 80.000 metros cuadrados) entre un escenario y otro. «Parece mentira que no se saque más provecho a este parquecito, está relindo», decían los ‘invitados’ e, incluso, los artistas desde el escenario que –de Silvana Estrada a Mon Laferte– no escatimaron en ‘loas’ a la ribera del Ebro, al acogedor carácter de los zaragozanos e, incluso, al sol abrasador que acompañó los primeros compases de la jornada.

Los tres escenarios musicales fueron un éxito y lo propio ha de decirse del escenario ‘deportivo’, uno de los atractivos más animados, en el que no faltaron mamporros, patadas voladoras y otras acrobacias pugilísticas. «¿Cómo están Zaragoza? ¿Quieren lucha?», fue el primer grito de guerra, antes de que Kratos, Kábula, King Rex –recién llegado del cretácico con su máscara reptiliana– comenzaran a zurrarse. Anoche, en versión ‘todos contra todos’ se disputaron las semifinales del campeonato, en el que hubo más que palabras y, también, abucheos al árbitro, de nombre Copete Salazar. Esta noche, segundo ‘round’ entre los aguerridos y enmascarados luchadores, entre los que –por cierto– hay uno que hace llamarse Vive Latino y representa al propio festival.

Los ‘shows’ del cuadrilátero, a escasos metros del escenario Vuse, restaron público a algunos de los conciertos con los que se solaparon y las arengas a la ‘golpisa’ («lucha, lucha, lucha») se confundían con los aplausos a los temas de, por ejemplo, Aterciopelados y Taburete.

Ante tanta expectación, no es de extrañar que en el rincón de ‘merchandising’ uno de los objetos más codiciados fuera una máscara de luchador, que se vendían a destajo. También había camisetas de los artistas con presencia en el festival, tazas y gorras de Kase.O, sudaderas de John Boy (guiño a Love Of Lesbian), ‘tote bags’, cedés...

Algunos productos están también decorados con lo que han dado en llamar ‘mexicráneos’, que no son sino «una forma de arte urbano que pretender romper tabúes acerca de la muerte a través de una de sus celebraciones más conocidas en México, el día de muertos», explicaban los organizadores. Así, una docena de calaveras gigantes intervenidas artísticamente decoran Ranillas y tienen también presencia, incluso, en la zona reservada para los medios de comunicación en el Palacio de Congresos, donde los artistas concedían breves entrevistas. Las del artista Apaarte, junto al escenario Ambar, y las Silvino Lopeztovar o Lao Gabrielli eran las más fotografiadas por algunos aficionados que buscaban la instantánea perfecta con el Pilar al fondo.

¿Más reclamos? En un rinconcito junto al escenario principal se había habilitado un pequeño ‘set’ para la firma de los artistas y a lo largo de la tarde-noche estaba previsto que pasaran por ahí Silvana Estrada, Taburete, Aterciopelados, León Benavente, Love of Lesbian y Sho Hai. Por cierto, el mueble sobre el que firmaban no era una mesa al uso sino una puerta de madera puesta ‘al biés’ con cuatro artísticas patas.

Otros entretenimientos como una carpa en la que a través de una puerta que asemejaba una bola de cristal se leía ‘La cerveza de la fortuna’ y algunos espacios con cortinas de filamentos dorados en los que los asistentes podían hacerse una original foto en 360 grados gracias a una máquina que les ‘escaneaba’ a la velocidad del diablo.

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