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Amancio Prada: "Soy lo que canto y sé bien que una canción no se acaba nunca"

El compositor, cantante y poeta leonés, maestro de la poesía hecha canción, ofrece este sábado, a las 22.30, en la Ciudadela de Jaca un recital de San Juan de la Cruz y Santa Teresa.

El cantautor Amancio Prada.
El cantautor Amancio Prada.
Archivo Camaina

"Voy a cantar a San Juan de la Cruz y a Teresa de Jesús, va a ser un diálogo de esas llamas de amor vivas. Me intento adentrar en su mundo con las canciones que han compuesto, y quiero hacerlo con guitarra y voz, que es una manera más íntima de hacer propias las canciones. Vuelvo feliz, cinco años después, al Festival del Camino con estos poetas", dice Amancio Prada (San Pedro de Devesas, León, 1949).

San Juan de la Cruz lo acompaña desde casi sus inicios, desde mediados los años 70, y lo ha grabado en varios formatos. ¿Qué ha encontrado en él?

Yo soy lo que canto. San Juan de la Cruz, a quien me ‘presentaron’ en París hace muchos años, cuando yo tenía veinte, en una ‘chambre de bonne’, en un séptimo cielo abuhardillado de París, me deslumbró por su ‘Cántico espiritual’. Las canciones vendrían después. Me llamaron la atención la belleza, el ritmo del ‘Cántico’ y el propio subtítulo: ‘Canciones entre el alma y el esposo’. Y allí empecé a leerlo y quedé fascinado, encantado, porque me parece que es una poesía enamorada, una poesía de un alma, de una llama, de una pura llama de amor viva, como él dice.

¿Es como un espejo?

Sí. Tiene razón: hace muchos años que me acompaña el ‘Cántico...’ porque estrené ya una primera versión en el año 1973 en un teatro de París, aunque fue luego, cuatro años más tarde, cuando vivía en Segovia, cuando estrené la primera versión con guitarra, violín y violoncello. Sí es una obra que he grabado, que ha tenido formatos distintos, con dos cellos, con cuarteto de cuerda, formato sinfónico y coral. Y me acompaña siempre. Pura belleza.

Pasó de ahí a grabar la poesía completa de San Juan.

Sí, grabé los tres poemas mayores: el citado ‘Cántico’, ‘Llama de amor viva’ y ‘Noche del alma’, y sus romances, etc. Son composiciones deslumbrantes que están en la misma línea, la llama, la fuente y la noche. Algo parecido me ocurrió con Teresa de Jesús.

¿Qué le ocurrió?

Grabé una pieza suelta, creo que en el año 1984, porque un director de cine francés, que conocía el ‘Cántico’, me pidió que le pusiera música al poema ‘Vivo sin vivir en mí’. Y más tarde, se desbordaron los manantiales, bordaron de belleza nuevos campos, y grabé diez temas más. Y en el concierto de Jaca de esta noche iré enlazando las canciones de uno con las del otro. Y con esa unión con el Amado a la que los dos místicos aspiraban. En definitiva, son canciones de amor, expresadas con un lenguaje excepcional, con un espíritu elevado y, por supuesto, con una expresión humana que nos trasciende, nos afecta y nos atañe. Y así tema a tema, alimentan esa hoguera.

En su medio siglo en la canción, destacan dos polos en los que se mueve: la asimilación de la música popular y la inclinación constante, también, hacia la música culta, muy elaborada…

La música popular es una música muy culta, si no aún más culta que la consideraba como tal. O tan culta al menos. Tuve la suerte de haber tenido una infancia rural, en unos años donde todavía se cantaba, y no he tenido necesidad de hacer ningún trabajo de campo para recoger canciones.

¿Todo viene de ahí, y del mestizaje de Galicia y León?

No del todo. También es verdad que he tenido la suerte de encontrarme con algunos amigos como Carmen Martín Gaite, que me pasó temas, que me cantó... Con ella aprendí muchas de las canciones que unos cuantos años antes, de adolescente, había oído en Piñor (Orense), el pueblo de su madre, donde pasaba los veranos. Carmen Martín Gaite fue una persona que iluminó mi vida y mi pensamiento. Y también, cuando vivía en Segovia, de 1975 a 1980, allí, me encontré con un vagabundo muy culto, que se llamaba Teófilo Caamaño López, de Carnota (La Coruña), y su cabeza era un baúl de canciones y su garganta estaba como una fuente viva de canciones y sonidos. Eso en cuanto a la música, y en cuanto a la letra, también podemos decir que es un material cultísimo.

Usted, ha centrado su obra en la adaptación de la poesía.

Lorca y Antonio Machado ya tenían esta aspiración de hacer poemas que llegaran a ser y que parecieran anónimos. Esta también es mi aspiración: ojalá algunas de mis canciones pareciera que son de no se sabe dónde. Por lo demás yo lo que hago es ahondar en un poema, escuchar la música callada, y la verdad es que cuando la música surge entonces se parece a un regalo, a una forma de consuelo, ofrece un poco de armonía a la conversación del mundo.

Su último disco está dedicado a Gustavo Adolfo Bécquer.

Sí, y lo presenté en Zaragoza. Fue un concierto inolvidable ante un público enfervorecido que me alegró y me reconfortó enormemente. Sé bien cuánto se le quiere a Bécquer y a su hermano Valeriano en Aragón por sus vínculos con Veruela. Para mí este disco es un homenaje a ambos.

¿Para quién canta? A veces parece usted reconcentrado, casi en estado de levitación, como si estuviera más allá del tiempo.

Canto para lo que canto. Las canciones no se acaban nunca. Para mí la canción está al servicio de la letra, para liberar del olvido las páginas del libro, y que se quede resonando en el aire, dentro de mi pecho y en el pecho. «Tengo en el pecho una jaula...»

Ese poema suyo es muy bonito.

Ahora estoy grabando un disco que se va a llamar ‘Prada Prada’, que son mis dos apellidos. Son canciones con letra y música mías. Es un atrevimiento más…

¿Ha escrito mucha poesía?

No. No. Casi tanta como San Juan de la Cruz. ¡Ojalá fuera igual de buena! San Juan de la Cruz, dicho sea de paso, nunca escribió la palabra poesía ni poema ni verso. Teresa de Jesús tampoco. Ambos hablan de canciones, de coplas…

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